Contexto

La hora de las tinieblas había llegado. El Señor Jesús fue traicionado y entregado en las manos de hombres malvados para ser juzgado y sentenciado a muerte. El Hijo de Dios que era sin pecado fue sometido a juicio ante los pecadores. ¡Qué ironía más amarga! Sin embargo, Él se entregó voluntariamente por amor. En su momento final, previo a ser arrestado, Él oró a solas en el huerto en extrema angustia, pero no se retrajo por miedo. Él venció el temor y salió del huerto para enfrentar a sus captores.

Versículo clave

(26:53-54)

¿Sabía usted que...?

  1. Getsemaní (26:36): …significa “una prensa de aceite”. En un campo cubierto de árboles de olivo, las prensas de aceite eran usadas para extraer aceite de los frutos. Había un olivar en ese lugar (Jn 18:1) 12/83. Un huerto, al este de Jerusalén, más allá del valle de Cedrón y cerca del Monte de los Olivos… [ref]
  2. Legiones (26:53): una legión romana contaba con aproximadamente 6.000 soldados. Tal protección de ángeles (aprox. 72.000 ángeles) fácilmente podría haber defendido a Jesús de cualquier oposición. [ref]
  3. “Tu manera de hablar te descubre” (26:73): Pedro tenía un acento galileo que era llamativo en Jerusalén. [ref]

Esquema

Análisis general

  • 1.

    Anote lo que observa de la soledad que sitió Jesús en estas horas dolorosas.

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    Los discípulos no pudieron velar con Él en el huerto (40, 43, 45). Todos los discípulos lo abandonaron y huyeron (56). Pedro lo seguía de lejos (58). Todo el concilio estaba en contra de Él y nadie habló a favor suyo (59). Al final, Pedro lo negó tres veces (69-74).

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Análisis del segmento

  • 26:36-47

    1a.

    Haga una comparación entre el Señor Jesús y los discípulos (necesitará leer el pasaje completo, comenzando del versículo 31).

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    Al principio, los discípulos estaban muy seguros de sí mismos (33, 35). Cuando Jesús estaba orando, ellos se durmieron. Jesús enfrentó a sus captores con calma y en paz, pero uno de sus seguidores los atacó con una espada (50, 51). Jesús se quedó allí, pero todos los discípulos huyeron (56). Jesús permaneció en silencio mientras era juzgado y torturado. Sin embargo, Pedro, el que habló en voz más alta cuando declaró su lealtad, negó a su maestro abiertamente frente al peligro e incluso juró que no conocía a Jesús (74).

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  • 1b.

    Observe a Jesús antes, durante y después de la oración. Anote sus observaciones ¿Qué cambios se produjo en Él?

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    Antes de la oración, Él estaba triste y profundamente angustiado, hasta la muerte (37, 38). Se adentró a las profundidades del huerto, se postró sobre su rostro y oró. En su oración, le pidió a Dios que haga pasar esa copa si era posible; pero de todas maneras pidió que se hiciera la voluntad del Padre. Así oró tres veces. El libro de Hebreos dice que Jesús oró “con gran clamor y lágrimas” (Heb 5:7). Luego de la oración, Él dijo con valor y determinación: “¡Levantaos, vamos! Ved, se acerca el que me entrega” (46). Ya no estaba triste ni angustiado.

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  • 26:36-47

    2a.

    Si la oración en Getsemaní fue una lucha decisiva, ¿contra qué estaba luchando el Señor y cómo lo superó?

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    Estaba luchando contra la debilidad de su carne (cf. 41). Por lo que atañe a su voluntad, Él hubiera deseado que la copa pasara de Él, pero su espíritu quería someterse a la voluntad del Padre. Por medio de sus tres oraciones, Él negó completamente su voluntad. Entonces, recibió fuerza de arriba, lo que le permitió enfrentar los sufrimientos que le aguardaban (Lc 22:43).

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  • 2b.

    ¿Qué podemos aprender de la oración del Señor que sea aplicable en nuestras propias oraciones?

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    Nuestras oraciones no deberían limitarse a decirle a Dios lo que queremos. En vez de insistir en nuestros anhelos y deseos, necesitamos aprender a someternos a través de la oración. Dado que el sometimiento es una lección difícil de aprender, necesitamos orar con persistencia y seriedad, tal como lo hizo Jesús. Si oramos fervientemente con el propósito de conformar nuestra voluntad a la de Dios, Dios nos fortalecerá para hacer su voluntad.

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  • 26:36-47

    3a.

    ¿Qué esperaba el Señor de sus discípulos? ¿Por qué?

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    Velar con Él. El Señor llevó consigo a sus tres discípulos más cercanos probablemente para que supieran lo crucial que es la oración. Además, la vela de los discípulos hubiera sido un gran estímulo para Él en la hora del juicio.

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  • 3b.

    ¿Por qué piensa que los discípulos no pudieron hacer lo que el Señor les pedía?

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    Probablemente estaban muy cansados (43). Sin embargo, el hecho de que ellos no pudieron mantenerse despiertos cuando un peligro crítico estaba delante de ellos demuestra que ellos no sabían cuán urgente era la situación. Quizás su excesiva confianza en sí mismos también tuvo parte en su adormecimiento. Ellos creían que estaban listos para cualquier cosa; pero tal como el Señor dijo, su espíritu a la verdad estaba dispuesto, pero su carne era débil. Sin la valentía que viene de la oración, todos ellos abandonaron a su maestro y huyeron.

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  • 26:36-47

    4a.

    ¿Qué significa “velad y orad”? (41)

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    Pedro, que había aprendido su lección a través del fracaso, nos dijo que velar significa mantenerse sobrios y con una mente despejada (1 P 4:7 NVI). En vez de estar emborrachados con los placeres de este mundo y enceguecidos por nuestras ambiciones, necesitamos estar siempre conscientes de dónde estamos espiritualmente y vigilantes ante la tentación (1 P 2:11). Esta clase de conciencia espiritual viene de una determinación de sufrir (1 P 4:1-2) y una humilde auto-evaluación (1 Co 10:11-12).

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  • 4b.

    ¿De qué manera una oración vigilante nos resguarda de la tentación?

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    Si estamos espiritualmente vigilantes y siempre invocamos a Dios, Dios nos dará la sabiduría y la fuerza para soportar las pruebas y las tentaciones. La oración con fe nos ayuda a resistir al diablo y nos protege del daño (Ef 6:10, 11, 18; Stg 4:7; 1 P 5:8-9).

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  • 4c.

    ¿Por qué el Señor añadió a su orden las palabras “el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”?

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    Sin una oración vigilante no podremos hacer lo que sabemos que es correcto. Nuestros corazones estarán cargados “de glotonería y de embriaguez y de las preocupaciones de esta vida” (Lc 21:34). Por lo tanto, nunca debemos sentirnos confiados con sólo saber el bien y el mal o con tener una fuerte determinación. Necesitamos que Dios fortalezca nuestro ser interior (Ef 3:16).

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  • 26:36-47

    5.

    ¿Alguna vez ha tenido una experiencia como la oración en Getsemaní? Describa la experiencia y su efecto.

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  • 26:48-56

    6.

    Los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo enviaron una gran multitud con espadas y palos para arrestar a Jesús (47, 55). ¿Qué nos dice esto de estos líderes religiosos y de las multitudes?

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    Las multitudes esperaban que Jesús se defendiera con espada y creyeron que podían capturarlo con espadas y palos. Ellos no sabían que Él era el rey de paz y que no recurriría a las armas terrenales. Su gran número también muestra su cobardía. ¿Por qué necesitaban tanta gente y tantas armas cuando Jesús sólo tenía unos cuantos seguidores? ¿Por qué no prendieron a Jesús cuando enseñaba en público?

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  • 7.

    ¿Alguna vez ha sido “traicionado con un beso”?

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  • 8.

    ¿Por qué a veces nos sentimos impulsados a defender una buena causa con una “espada” como lo hizo el seguidor del Señor? ¿Por qué esto está mal?

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    El seguidor que usó la espada parecía estar ayudando al Señor, pero el Señor lo reprendió porque él estaba usando sus propios métodos para tratar de agradar a Dios. En nuestra relación con los demás, incluyendo otros cristianos, a veces nos sentimos justificados para reprender o castigar a aquellos que se oponen a nosotros porque sentimos que estamos de parte de Dios. Sin embargo, Santiago nos dice que nuestra ira nunca podrá obrar la justicia de Dios (Stg 1:19-20). Cuando actuamos movidos por la indignación o enojo, estamos en verdad siendo guiados por nuestros deseos egoístas. Tales motivos y obras impías no pueden ser del agrado de Dios.

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  • 9.

    ¿De qué manera lo que dijo el Señor en los versículos 53-54 muestra su grandeza?

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    Estar desamparado es una cosa, pero tener el poder para destruir a sus enemigos y elegir no hacerlo es algo muy diferente. Jesús, el Señor de los ejércitos, pudo haber aplastado a sus captores fácilmente. Sin embargo, Él tuvo dominio propio. Él había decidido someterse al Padre cuando oraba en el huerto. Él resistió la tentación de ejercer su autoridad y se postró humildemente a la voluntad de Dios.

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  • 26:57-68

    10.

    ¿Alguna vez ha seguido al Señor “de lejos” como lo hizo Pedro? ¿Por qué?

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  • 11a.

    ¿Por qué el juicio de Jesús fue una horrenda injusticia y cómo demostró la hipocresía de los líderes religiosos?

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    Tanto el concilio como los testigos ya tenían la intención de matar a Jesús (cf. 27:1; Lc 22:67-68). La sesión de la corte y la presentación de testigos no era más que una formalidad, para no decir que era simplemente un intento de aparentar justicia ante el público. Ellos también aparentaban ser gente de gran celo al condenar a muerte a Jesús con el cargo de blasfemia, pero nunca se preguntaron si la declaración de Jesús era verdad o no.

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  • 11b.

    ¿De qué manera mostraron estos líderes su amargo odio hacia Jesús?

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    Por medio de sus conductas violentas y burlas (67-68).

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  • 26:57-68

    12a.

    ¿Qué podemos aprender del silencio de Jesús?

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    Él se sometió a sí mismo a la voluntad de Dios. Aunque pudo haber tomado represalias o les pudo haber amenazado, Él permaneció callado y soportó todos los insultos (1 P 2:23).

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  • 12b.

    ¿De qué manera el sufrimiento y las humillaciones que soportó Jesús le sirve como aliento en sus propios sufrimientos?

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    cf. Hebreos 12:1-4. Si Cristo, que no tenía pecado, sufrió sin quejarse, nosotros también debemos soportar las tribulaciones y confiar que Dios tiene un buen propósito en medio de nuestros sufrimientos.

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  • 26:69-75

    13a.

    ¿Alguna vez se ha visto forzado a negar su fe ante circunstancias adversas?

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  • 13b.

    ¿Por qué lloró Pedro amargamente? Si fuera Pedro, ¿cómo se hubiera sentido?

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    Él debió amar tanto a su maestro que sintió mucho remordimiento por haberle fallado.

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