Autor

Aunque el Evangelio en sí no nos dice quién fue el autor, la iglesia primitiva ha atribuido con unanimidad la composición de este Evangelio a Mateo. La referencia de Mateo como publicano en 10:3 no se encuentra ni en Marcos ni en Lucas. Esta humilde descripción podría ser otra indicación de que Mateo fue el autor de este libro.

Destinatario

Del libro podemos ver claramente (ver Características únicas) que los primeros lectores muy probablemente hayan sido judíos, quienes también fueron los oyentes originales del evangelio predicado por nuestro Señor Jesús. El Evangelio según Mateo asume un cierto nivel de familiaridad con el Antiguo Testamento y la tradición judía. No obstante, su público no estaba limitado solamente a lectores judíos. Por ejemplo, al final del libro vemos que el Señor Jesús mandó a los discípulos a predicar el evangelio a todas las naciones (28:19). El libro también pudo haber sido previsto para los miembros de la iglesia, para que pudieran tener un entendimiento completo de la vida, las enseñanzas y el ministerio de su Salvador a través de los ojos de un testigo presencial.

Fecha

Probablemente alrededor del año 60 a.C.

Lugar

No tenemos evidencia concluyente del lugar en que Mateo compuso el libro.

Propósito

El autor no declara específicamente el propósito de este Evangelio. A partir de los temas que trata, podemos deducir algunos propósitos posibles:
1. Para mostrar que Jesús era el Mesías, nacido de acuerdo a la promesa como descendiente de Abraham y David. A través de su vida, ministerio, muerte y resurrección, Jesús inauguró el reino de Dios.
2. Para preservar cuidadosamente las enseñanzas de Jesús y presentarlas de una manera organizada.

Características únicas

  1. La mención de la genealogía, comenzando con Abraham (padre del pueblo escogido) hasta David (el rey de quien el Mesías habría de venir).
  2. El uso frecuente de la expresión “el reino de los cielos”.
  3. Numerosas referencias a las profecías del Antiguo Testamento y cómo estas se cumplían en Jesús.

Versículo central

“Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham" (1:1).

Visión panorámica

Échele un vistazo al libro completo para tener una idea general y anote los títulos descriptivos en el Cuadro B.

En Mateo vemos dos lugares en donde el autor indica los puntos claves del ministerio de Jesús usando la expresión “en aquellos días”. Estas dos indicaciones marcan las tres etapas en la vida de Jesús:

  1. Preparación (1:1-4:16): el libro comienza con el nacimiento de Jesús y la resistencia de Herodes, quien representaba la autoridad terrenal. Juan el Bautista vino a predicar el arrepentimiento en preparación para el ministerio de Jesús. El bautismo de Jesús fue un anuncio de su ministerio; y el episodio de la tentación lo preparó para vencer todos los desafíos, así como las fuerzas de Satanás.
  2. Predicación y sanación (4:17-16:20): la mayor parte del ministerio de Jesús, que se centró en la región de Galilea, se centró en satisfacer las necesidades generales de la gente. Comenzó con el anuncio del reino de los cielos y el llamado al arrepentimiento. A través de sus discursos, Jesús mostró a la gente qué es el reino de los cielos e impartió su autoridad a los discípulos para que pudieran avanzar el reino. A través de señales y milagros, Jesús también demostró el poder y la autoridad del reino de Dios.
  3. Cumplimiento final del ministerio y la comisión (16:21-28:20): la segunda etapa finalizó con la pregunta que Jesús les hizo a sus discípulos acerca de su identidad. Ahora, en la última etapa, Él comienza a revelarles a sus discípulos acerca de sus sufrimientos, muerte y resurrección. Mateo anota específicamente tres predicciones acerca del sufrimiento de Jesús. En vez de enfocarse en sanar y echar fuera demonios, Jesús ahora se concentraba en enseñar y dar advertencias. La oposición, particularmente de parte de los grupos religiosos, creció hasta el punto de hacer un complot para matar a Jesús. Luego de que todo lo que estaba predicho acerca de su sufrimiento y muerte había acontecido, Jesús fue sepultado, pero resucitó al tercer día. Al haber recibido toda autoridad, Él comisionó a sus discípulos a que fueran por todo el mundo para continuar con el ministerio y les prometió su presencia continua.

Temas

El reino de los cielos

Las buenas nuevas del reino de los cielos resuenan a lo largo del evangelio. Al igual que Juan el Bautista, Jesús comenzó su ministerio proclamando: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (3:2, 4:17). La venida del reino de Dios fue con poder porque “…el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan” (11:12). Jesús trajo el reino de los cielos a la tierra con la autoridad de sus enseñanzas y las incontables obras de sanidad y expulsión de demonios (12:22-28). Finalmente, a través de su sacrificio y resurrección, Él abrió las puertas del reino celestial para que gente de todas las naciones pudieran entrar y ser hijos de Dios.

El mensaje del reino de los cielos se revela progresivamente en los cinco discursos principales de Jesús. En “El sermón del monte” (capítulos 5-7), Él cimentó las leyes espirituales del reino y enseñó que solamente aquellos que obedecen la voluntad del Padre celestial entrarían a este reino. En el segundo discurso (capítulo 10), Él habilitó a los discípulos con el don de sanidad y expulsión de demonios y les ordenó que predicaran las buenas nuevas del reino. En el tercer discurso (capítulo 13), Él habló sobre cómo Dios establecería su reino a través de la historia utilizando parábolas. El cuarto discurso (capítulo 18) trata sobre la relación entre los ciudadanos del reino de Dios. Los que podrían entrar al reino de Dios son aquellos que son como niños, los que se preocupan por otros y los que perdonan. En el último discurso (capítulos 24, 25), Jesús lleva la atención de quienes lo escuchan al juicio y al cumplimiento del reino de Dios en los últimos días. El que vele, sea diligente y ame entrará al reino de los cielos, mientras que el que se adormece, el indolente y el egoísta serán echados fuera.

Si bien el reino de los cielos “sufre violencia”, el humilde y el obediente fueron capaces de arrebatarlo, mientras que los que se consideraban justos se opusieron al ministerio de Jesús y eligieron permanecer fuera del reino. El reino de los cielos les será quitado a estas personas y dado a aquellos que produzcan frutos (21:43). También hubo otros que no pudieron entrar porque su amor por el dinero les impidió amar a Dios y al prójimo (19:16-24). Cuando Jesús venga en el día final, se llevará a cabo el último banquete de bodas (8:11-12, 22:1-14, 25:1-13). Los que son verdaderamente justos serán bienvenidos y recompensados, mientras que los indignos serán rechazados.

Justicia

Muchas de las enseñanzas del Señor Jesús expusieron acerca de la verdad de la justicia. La justicia es la conformidad a las cualidades divinas de Dios expresadas a través de su voluntad y requerimientos. Se nos enseña a buscar el reino de Dios y su justicia (6:33). Seremos bendecidos si tenemos hambre y sed de justicia (5:6). Arrebataremos el reino de los cielos si somos perseguidos por causa de la justicia (5:10). Los justos entrarán a la vida eterna y brillarán como el sol en el reino de Dios (13:43, 25:46), pero los malvados serán echados fuera en las tinieblas.

La justicia que Dios requiere, no obstante, es muy distinta a la justicia legalista hallada en la observación superficial de la ley y las regulaciones. La verdadera justicia comienza con un arrepentimiento humilde. Jesús dijo: “…no he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (9:13). El mensaje de Jesús estaba lleno de reprensiones duras y advertencias al orgulloso y al que se cree justo porque Dios considera dichas actitudes como maldad. En “El sermón del monte”, el Señor redefinió la justicia como obediencia que proviene del corazón. Dicha justicia, que sobrepasa la de los fariseos y la de los maestros de la ley, es un requisito para entrar en el reino de Dios (5:20). Por lo tanto, Jesús nos enseñó a fijarnos en el Padre celestial en vez de la religiosidad externa de los hombres: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (5:48). No sólo así, a lo largo de toda su vida el Señor mismo puso en práctica sus propias enseñanzas por medio de su obediencia a la voluntad del Padre para así “cumpl[ir] toda justicia” (3:15).

Hijo de Dios

Jesús no solamente era el hijo de Abraham y el hijo de David, sino que por sobre todo era el Hijo de Dios. Después del bautismo de Jesús, el Padre celestial lo ungió con el Espíritu Santo y anunció a todos que Él era el Hijo amado (3:16, 17). A pesar de que Satanás quería engañar a Jesús desafiándole con la frase “si eres Hijo de Dios”, Jesús sabía que ser el Hijo de Dios no era una autoridad terrenal. Su misión divina no era mostrar su poder a la ligera, sino salvar al pueblo de Dios del pecado (1:21). Sin embargo, a través de la autoridad divina del Señor, la gente reconoció que Él era el Hijo de Dios y lo adoró (14:33). Incluso los demonios tuvieron que reconocerlo como el Hijo de Dios y someterse a su poder (8:29).

La confesión inspirada de Pedro de que el Señor Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios viviente, fue un momento crítico en el desarrollo del Evangelio (16:16). La confesión fue seguida inmediatamente por la predicción de Cristo de sus sufrimientos, muerte y resurrección inminentes. El Señor se mostró a sí mismo como el Hijo de Dios a través de su obediencia hasta la muerte y la obra de la expiación. Aun cuando Jesús estaba en la cruz, los incrédulos se burlaban de Él diciendo que debía salvarse a sí mismo si era el Hijo de Dios (27:40, 43). Sin embargo, el cumplimiento de la salvación de Dios a través de su muerte, que dio como resultado la resurrección de los santos y la rasgadura de la cortina del templo, probó en definitiva que Él en verdad era el Hijo de Dios (27:54). Como el Hijo de Dios, Jesús cumplió todo lo que Dios le había enviado a hacer. Todo aquel que cree en Jesús, el Hijo de Dios, puede ser salvo del pecado y heredar la vida eterna.

Autoridad

Como el Hijo de Dios enviado al mundo para establecer el reino de Dios, el Señor Jesús llevó a cabo su misión con gran autoridad divina. Él enseñó con autoridad y sus palabras tenían un poder transformador (7:29). Jesús sanó a un paralítico, lo que demostró su autoridad para perdonar pecados (9:6). También dio autoridad a los discípulos para echar fuera espíritus inmundos y sanar enfermedades (10:1). Al presenciar sus discursos y acciones poderosas, incluso los principales sacerdotes y los ancianos en Jerusalén querían saber de dónde venía su autoridad (21:23). Al comisionar a los discípulos después de su resurrección, el Señor basó su encargo en su autoridad divina: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (28:18). Cuando Jesús venga en su reino, vendrá con poder y gran gloria (24:30, 26:64), y recibirá honor y alabanza como el Rey de reyes.

Relevancia moderna

Por un lado, el Evangelio según Mateo provee un recuento detallado de la vida de Jesús y preserva sus enseñanzas de una manera organizada. Por otro lado, el Evangelio proclama a los judíos y al mundo entero que el Salvador y Rey ha venido, así como Dios lo ha revelado a los profetas del Antiguo Testamento. Jesús, el Hijo de Dios, vino a predicar las buenas nuevas del reino de los cielos y ofreció su vida para salvar al pueblo de Dios del pecado. El autor llama a todos a arrepentirse y aceptar a Cristo para que pudieran entrar en el reino de los cielos. El evangelio es una buena nueva no sólo para los judíos de la era apostólica, sino también para la gente de todas las razas a lo largo de las generaciones. Para ser salvos del pecado y heredar la vida eterna, también debemos arrebatar el reino de Dios violentamente, transformando nuestras vidas de acuerdo a la voluntad de Dios y recibiendo la justicia que Dios desea por medio de la obra expiatoria de Jesucristo.

Mapa & Tabla