Contexto

Jesús y sus discípulos permanecieron en Judea y bautizaban. Al saber que los fariseos habían oído hablar de su ministerio bautismal, Jesús se va de Judea y regresa a Galilea. La historia del presente pasaje tiene lugar mientras Jesús y sus discípulos pasaban por Samaria.

Versículo clave

(4:23)

¿Sabía usted que...?

1. “Por Samaria” (4:4): este era el recorrido que generalmente se hacía para ir de Judea a Galilea.

2. Sicar (4:5): se han sugerido varios lugares, uno de los cuales es el moderno Askar, aproximadamente a 1 kilómetro al norte del pozo de Jacob en la ladera este del Monte Ebal. [ref]

3. “La heredad que Jacob dio a su hijo José” (4:5): probablemente la tierra de Siquem que Jacob había comprado de los hijos de Hamor (Gn 33:18, 19; cf. Gn 48:21, 22; Jos 24:32).

4. El pozo de Jacob (4:6): 41 metros de profundidad. [ref]

5. La hora sexta (4:6): probablemente el mediodía.

6. “Judíos y samaritanos no se tratan entre sí” (4:9): los judíos y los samaritanos estaban divididos principalmente por diferencias religiosas. Mientras que los samaritanos decían ser descendientes de Efraín y Manasés y guardianes de la fe, los judíos los consideraban descendientes de colonos asirios que fueron traídos a la región (cf. 2 R 17:24–41) 5/4:303. Los judíos no se asociaban con los samaritanos porque pensaban que los samaritanos estaban continuamente impuros 1/2:44. De la misma manera, los samaritanos no miraban con buenos ojos a los judíos (Lc 9:51–56).

7. “Nuestros padres adoraron en este monte” (4:20): para los samaritanos, el monte Gerizim era sagrado porque creían que muchos eventos importantes en la vida de los patriarcas se asociaban con esta montaña. Según Josefo, los samaritanos construyeron un templo en 332 a.C., pero fue destruido por Juan Hircano y los judíos en el año 129 a.C. [ref]

Esquema

  • Llegada a Samaria
  • El diálogo de Jesús con la mujer samaritana
  • Jesús ofrece agua viva
    (7–15)
  • El pasado de la mujer
    (16–19)
  • La verdadera adoración
    (20–24)
  • La autorrevelación de Jesús
    (25–26)
  • Los discípulos de Jesús regresan y la mujer se va a la ciudad

Análisis general

  • 1.

    ¿Cómo se hace evidente la naturaleza humana y divina de Jesús en esta historia?

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    Jesús, estando en la carne, también experimentaba cansancio como nosotros (4:6). Por otra parte, Él manifestó su conocimiento divino cuando reveló la vida pecaminosa de la mujer (4:17).

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Análisis del segmento

  • 4:1–6

    1.

    ¿Qué hizo que Jesús se fuera de Judea?

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    Jesús supo que los fariseos se habían enterado de que Él hacía y bautizaba más discípulos que Juan (4:1). Es probable que la reacción de Jesús indicara que el tiempo no había llegado para entrar en confrontación con los fariseos (cf. Jn 2:4, 7:1–8, 12:23).

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  • 4:7-26

    2a.

    ¿Qué tipo de barreras había entre Jesús y la mujer samaritana?

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    La barrera más obvia era que Jesús era judío y ella una mujer samaritana. Debido al prolongado distanciamiento entre los dos grupos étnicos, Jesús se hallaba en un territorio hostil (cf. Lc 9:51–53). No era de extrañar que la mujer samaritana se sorprendiera cuando Jesús, un judío, le pidió algo para tomar. No sólo así, el hecho de que un hombre le hablara a una mujer estando a solas podría haber despertado sospechas (cf. la curiosidad de los discípulos en Jn 4:27).

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  • 2b.

    Jesús rompió todas estas barreras para salvar a la mujer. ¿Qué dice esto sobre el Señor Jesús y sobre ganar almas?

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    Nuestro Señor Jesús vino a este mundo para ofrecer salvación a todo el que cree sin importar su raza ni clase social (Jn 3:16, 4:42). Jesús no está confinado por los límites que establecen los hombres. Esto nos dice que no debemos dejar que las expectativas sociales contrarias a la verdad de Dios nos impidan amar a todas las personas y esforzarnos por llegar a ellas. Romper barreras requiere coraje, humildad y paciencia; pero el amor de Cristo nos motiva a enfrentar y superar tales desafíos (1 Co 9:19–23).

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  • 3a.

    Observe cómo avanza el diálogo entre Jesús y la mujer samaritana. ¿Cómo comenzó Jesús su conversación con la mujer samaritana?

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  • 3b.

    ¿En qué terminó su conversación?

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  • 3c.

    ¿Qué podemos aprender del Señor con respecto a cómo compartimos el evangelio con otros?

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    La meta de Jesús era clara: quería que la mujer supiera que Él era el Mesías y que creyera en Él. Pero en vez de declararle su identidad de inmediato, Jesús empezó por pedirle algo para tomar. Cuando queremos predicarles a personas que pueden sentirse alienados, podemos imitar la estrategia que utilizó Jesús. A veces es difícil romper moldes cuando la persona a quien le quieres predicar tiene algún prejuicio o está a la defensiva. Cuando predicamos, podemos enfrentamos con muchas diferencias: religión, cultura, edad, etc. Pero todas estas diferencias pueden resolverse si tenemos el corazón de compartir y encontrar puntos en común. En el caso de Jesús, Él usó el tema del agua y la sed, cosas que la mujer podía relacionar de inmediato. Esto le abrió el camino para compartir el mensaje de la salvación.

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  • 4a.

    ¿A qué se refiere Jesús con “el don de Dios” y “agua viva”?

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    En un sentido general, la palabra “don” en el Nuevo Testamento denota las obras internas que Dios confiere a los creyentes gratuitamente para su salvación, ministerio o crecimiento espiritual (Ro 5:15, 17; 2 Co 9:15; Ef 3:7, 4:7; Heb 6:4). En Hechos, el don de Dios se refiere específicamente al Espíritu Santo prometido, derramado sobre los creyentes con la evidencia de hablar en lenguas (Hch 2:38, 8:20, 10:45, 11:17).

    En Isaías 44:3 y Juan 7:37–39, la Biblia hace explícito que el agua que Dios da a su pueblo es el Espíritu Santo (note la similitud entre Jn 7:37 y Jn 4:14). El hecho de que numerosas referencias utilicen el verbo “derramar” para representar el otorgamiento del Espíritu Santo sugiere que “agua” alude al Espíritu Santo prometido (Is 32:15; Is 44:3; Ez 39:29; Jl 2:28, 29; Zac 12:10; Hch 2:17, 18, 33, 10:45; Tit 3:6).

    A la luz de lo anterior, si bien el don de agua viva del que habló Jesús podría significar, en un sentido amplio, la gracia de la vida eterna, en realidad se refiere más específicamente al Espíritu Santo prometido que el Señor derramaría sobre los creyentes y que les daría una vida nueva.

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  • 4b.

    Explique el efecto espiritual que resulta de beber el agua viva.

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    Jesús le dijo a la mujer: “El que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Jn 4:14). Al encontrarse junto al pozo de Jacob y al estar cansado por el viaje (Jn 4:6), Jesús usó el agua y la sed como metáforas para comunicar verdades espirituales. En el sentido espiritual, tener sed significa sentir un vacío y un cansancio en el alma que se debe al distanciamiento de Dios (cf. Sal 23:1–3; Is 55:1–2). El Espíritu Santo es el agua viva que quita nuestra sed espiritual. Vigoriza nuestras almas con una esperanza alegre y nos satisface con el amor de Dios (Ro 5:1–5). Tal como dijo el Señor Jesús, el Espíritu Santo es una fuente de agua que salta para vida eterna. Al habernos dado una vida nueva, el Espíritu Santo continúa renovándonos y santificándonos. Todo esto es la obra salvadora de Dios en nosotros hasta el día en que recibimos la redención final (2 Ts 2:13; Tit 3:5).

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  • 4c.

    ¿Qué necesitamos hacer para recibir esta agua viva?

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    Debemos pedírselo al Señor (Jn 4:10; Lc 11:13). Pedir presupone conocer al Señor (Jn 4:10) y creer en Él (Ro 10:14).

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  • 5.

    ¿Por qué reveló Jesús la vida personal de la mujer?

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    El objetivo de la conversación de Jesús con la mujer samaritana era guiarla a creer que Él era el Mesías. Revelar su vida privada era parte del proceso para alcanzar este objetivo. Cuando la mujer se dio cuenta que Jesús tenía conocimiento divino, concluyó que Él era un profeta (Jn 4:19; cf. 29). Aunque todavía no había alcanzado el conocimiento completo del Señor, la mujer samaritana llegó a saber que Jesús no era simplemente un judío común y corriente.

    Si bien no es explícito, es posible que el Señor también quisiera que la mujer asumiera sus pecados mientras comenzaba a reconocer quién era Él. La verdadera fe en el Señor requiere abandonar las tinieblas y venir a la luz (Jn 3:19–21). Al revelar sus pecados, el Señor en realidad la estaba haciendo libre (cf. Jn 8:31, 32).

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  • 6a.

    Al concluir que Jesús era un profeta, la mujer samaritana cambió de tema y habló de las diferencias religiosas entre los samaritanos y los judíos. ¿Qué distinción hizo Jesús en el versículo 22?

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    Jesús señaló que los samaritanos adoraban lo que no sabían, pero los judíos adoraban lo que sabían. Esto no quiere decir que los judíos eran más diligentes en la búsqueda del conocimiento de Dios. El Señor explicó: “Porque la salvación viene de los judíos”. Los judíos sabían lo que adoraban porque Dios se había revelado a ellos (Dt 4:7, 8) y había predicho que el Mesías provendría de esta raza (Dt 18:15). Es por eso que Jesús nació como judío (Gl 4:4; Ro 9:4, 5) y predicó primero la salvación a los judíos (cf. Mt 10:5, 6, 15:24; Ro 1:16).

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  • 6b.

    En respuesta al comentario de la mujer, ¿qué enseñó Jesús sobre el lugar de adoración?

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    Había llegado el momento en que la ubicación del lugar de adoración ya no era importante. Puesto que Dios es Espíritu, Él busca verdaderos adoradores que adoren en espíritu y en verdad.

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  • 6c.

    ¿Qué significa adorar al Dios Padre en espíritu y en verdad?

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    Dios es Espíritu. Adorar al Dios Padre en espíritu y en verdad significa venir a Dios no sólo con formalidad externa, sino a través de la comunión y la sumisión a su Espíritu y verdad. Esta nueva forma de adoración viviente sólo es posible por medio de la obra salvadora de Jesucristo (cf. Heb 10:19–22). Él es el único que nos puede llevar al Espíritu y la verdad, habilitándonos a tener acceso al Padre (Ef 2:18). Él nos bautiza con el Espíritu Santo (Mt 3:11; Mc 1:8; Lc 3:16; Jn 1:33; 1 Co 12:13), nos da una vida nueva en el Espíritu (Jn 3:5; Tit 3:5), derrama el Espíritu Santo para habitar en nosotros con el fin de que podamos estar “en el Espíritu” (Hch 2:33; Ro 8:9) y satisface nuestras almas con su Espíritu (Jn 4:13, 14, 7:37–39). En Él también podemos encontrar la verdad (Jn 1:17; Ef 4:21), pues Él mismo es la verdad (Jn 14:6) y nos recrea para que seamos justos y santos en la verdad (Ef 4:24). Como consecuencia, podemos ser adoradores genuinos y llevar una vida que sea verdaderamente agradable a los ojos de Dios (Ro 2:29, 12:1, 2).

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  • 6d.

    ¿Cómo adora usted al Padre en su vida diaria?

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  • 7.

    ¿Cómo se relaciona la discusión sobre la verdadera adoración con la revelación final que hizo Jesús de que Él es el Cristo?

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    Jesús hizo que la mujer samaritana enfrentara directamente el hecho de que Él era el Cristo que los samaritanos habían estado esperando. Este fue el final perfecto para concluir la discusión sobre la verdadera adoración porque Aquel que habilita la adoración en espíritu y en verdad ya estaba allí—un hecho que Jesús ya había indicado anteriormente con las palabras: “La hora viene, y ahora es” (4:21, 23). Tanto la mujer como todos los que leen estas palabras de Jesús deben tomar la decisión de creer en Jesús para poder entrar en el ámbito de la adoración espiritual.

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  • 4:27–30

    8.

    Observe lo que hizo la mujer al enterarse de que Jesús era el Cristo. ¿Qué lecciones podemos aprender de esto?

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    La mujer dejó su cántaro, la razón por la que había visitado el pozo. Ella estaba llena de gozo y emoción, como si hubiese hallado un tesoro. Sin importarle ya lo que los otros pudieran pensar de ella, se apresuró a regresar a la ciudad para dar testimonio de Jesús. Cuando una persona encuentra a Cristo, todas sus metas anteriores, sus preocupaciones y ambiciones dejan de tener la misma importancia (cf. Mt 13:44, 45; Flp 3:7, 8). ¿Hemos dejado de testificar sobre el Señor Jesucristo por haber perdido de vista las incomparables riquezas de haberlo conocido?

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