Autor

Según Juan 21:20–24, el autor de este Evangelio es “el discípulo a quien amaba Jesús”, de quien se hace referencia en varias escenas: la última cena (13:23–25), la crucifixión de Jesús (19:26–27), los discípulos corriendo hacia la tumba de Jesús (20:1–10) y la aparición de Jesús a los discípulos en Galilea (21:7, 20–24). El rol de testigo ocular del autor es particularmente importante para el libro. Pese la notable descripción, “el discípulo a quien amaba Jesús”, este discípulo permanece en el anonimato. El título del libro, “Juan”, deriva del testimonio de los padres de la iglesia primitiva.

Destinatario

El autor se dirige a los lectores en segunda persona del plural (20:31), pero no especifica quiénes son. Sin embargo, si prestamos atención a ciertos detalles en el libro podemos inferir quiénes son los destinatarios. Por ejemplo, el autor traduce algunos términos hebreos o arameos al griego (1:38, 41, 9:7, 19:13, 17) y provee breves explicaciones sobre algunas costumbres judías (2:6, 19:40). Estas son indicaciones de la intención del autor de dirigirse a una audiencia que va más allá de los círculos judíos.

Fecha

Probablemente entre los años 70 y 100 d.C.

Propósito

El autor hace explícito el propósito de este libro. La intención es doble: 1) “Para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios” y 2) “Para que, creyendo, tengáis vida en su nombre [el de Jesús]” (20:31).

Características únicas

  1. El centro del enfoque del Evangelio es que Jesús viene de arriba.
  2. Presentación de temas claves que no se hallan o no son tan prominentes en los otros evangelios, tales como el Verbo, las señales, la relación entre Jesús y el Padre, la gloria, la hora de Jesús, “YO SOY”, la verdad, etc.
  3. Conexión íntima entre las obras de Jesús y las profundas verdades espirituales detrás de ellas.
  4. La interacción personal de Jesús con algunas personas específicas (ej. Natanael, Nicodemo, la mujer samaritana, el hombre que nació ciego, etc.).
  5. La inclusión de eventos importantes no presentes en los evangelios sinópticos, como la limpieza del templo al inicio del ministerio de Jesús, la resurrección de Lázaro y el lavado de pies de los discípulos llevado a cabo por Jesús. Sin embargo, el Evangelio de Juan también excluye algunos eventos importantes, tales como la transfiguración y la institución de la cena del Señor (la santa comunión).
  6. Información sobre los sacramentos y el Espíritu Santo, fundamentales a lo que La Verdadera Iglesia de Jesús cree respecto de la salvación.

Versículo central

“Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre” (20:31).

Visión panorámica

Échele un vistazo al libro completo para tener una idea general y complete el Cuadro B.

Una forma de estudiar la estructura de este Evangelio es verlo según las fases de la misión de Jesús en este mundo, así como se describe en 16:28:

  1. “Salí del Padre”

El prólogo del libro (1:1–18) presenta al Señor Jesús como el Verbo hecho carne. El Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. Como el Hijo unigénito que está en el seno del Padre, Jesús vino a morar entre nosotros para declararnos el Padre.

  1. “He venido al mundo”

A partir de 1:19, el libro comienza a narrar el ministerio de Jesús en el mundo, presentando primero el testimonio de Juan el Bautista. Esta sección del Evangelio (1:19–12:50) a menudo se la conoce como “el libro de las señales de Jesús”, ya que las muchas señales que el Señor realizó y las verdades que transmiten forman el núcleo de esta parte del libro. Cerca del final, Jesús resume el propósito de su venida al mundo: “Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas” (12:46).

  1. “Otra vez dejo el mundo”

“Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasara de este mundo al Padre…” (13:1). Esta grave introducción que leemos en 13:1 marca la transición entre el ministerio público de Jesús y sus momentos finales con los discípulos, culminando con su pasión, muerte y sepultura. Por lo tanto, esta última parte del Evangelio se la ha llamado acertadamente “el libro de la gloria de Jesús” o “el libro de la hora de Jesús”. Se concentra en la hora en que Jesús había de ser glorificado a través de la cruz.

  1. “Regreso al Padre”

Los últimos dos capítulos del Evangelio registran los eventos que acontecieron luego de la resurrección de Jesús, en particular sus apariciones a María y los discípulos. Jesús ordena a María decir a los discípulos: “Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (20:17). La ascensión y glorificación de Jesús subraya el significado de sus apariciones luego de la resurrección. Al haber completado su trabajo en este mundo y antes de regresar a su Padre, Jesús preparó a los discípulos para la misión que la iglesia habría de realizar en su nombre.

Temas

Jesús, el Cristo y el Hijo de Dios

El autor resume el propósito del libro con la siguiente frase: “Para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios” (20:31). La identidad de Jesús como el Ungido de Dios que fue enviado al mundo es el eje de todo el Evangelio. Jesús se declaró a sí mismo como el Hijo de Dios a quien el Padre ama pero da al mundo (3:16–18, 5:20, 10:36, 11:4). El Padre le ha dado a Jesús toda autoridad, en especial la de otorgar vida eterna, de modo que todo el que crea en el Hijo tendrá vida eterna (5:21, 24, 13:3, 17:2). Al ser el unigénito del Padre, Jesús es el único camino al Padre y el único que puede revelar completamente al Padre (1:18, 14:6, 9). Jesús y el Padre son uno (10:30, 14:11, 20, 17:21, 22). Jesús habla y hace según lo que ha visto estado junto al Padre y según lo que le ha mandado el Padre (5:30, 6:38, 7:16, 8:38, 10:37, 38, 12:49, 50, 14:10). Por lo tanto, recibir al Señor Jesús es recibir al Padre que lo envió (3:33, 5:24, 12:44, 13:20).

 

“Yo soy”

Entre las características más distintivas de Juan se encuentran las declaraciones de Jesús que comienzan con “yo soy”. A través de las siete declaraciones “yo soy”, el Señor Jesús dio a conocer al mundo su identidad en relación con aquellos que creen en Él: “Yo soy el pan de vida” (6:35), “Yo soy el pan que descendió del cielo” (6:41), “luz soy del mundo” (9:5), “Yo soy la puerta” (10:7, 9), “Yo soy el buen pastor” (10:11), “Yo soy la resurrección y la vida” (11:25), “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (14:6). Además de estas declaraciones, Jesús también se identificó a sí mismo como el “YO SOY” (8:24, 28, 58), el cual fue la auto-revelación de Dios en el Antiguo Testamento (Is 43:10). Jesús también les dijo a los discípulos que ellos creerían que “YO SOY” cuando se cumplieran sus palabras (Jn 13:19). Básicamente, el Señor se estaba dando a conocer como el Dios eterno, y es por eso que los judíos quisieron matarlo. Pero sabemos que Jesús ciertamente es Dios manifestado en carne (1 Ti 3:16). La verdadera fe en Jesús implica creer que Él es ni más ni menos que el Dios verdadero en persona.

 

Creer

El Evangelio de Juan usa la palabra “creer” más que ningún otro libro de la Biblia. Esto no nos debería sorprender, ya que este libro se escribió como un llamado a la fe (20:31). La fe determina el destino eterno de una persona. Todos los que creen en el Señor Jesús tienen vida eterna, pero los que no creen serán condenados (3:14–19, 36, 6:47, 8:24, 11:25).

A través de sus enseñanzas y las señales que realizó, Jesús instó una y otra vez a la gente a creer que Él había sido enviado por el Padre y que Él era el “YO SOY”. También le advirtió a la gente sobre las consecuencias de la incredulidad. En numerosas ocasiones leemos cómo individuos o una multitud creyeron en Él (4:39–42, 4:53, 7:31, 8:30, 9:35–38, 11:45). Pero al mismo tiempo, muchos otros, incluyendo sus hermanos, se negaron a creer (3:12, 5:38, 44, 47, 6:36, 7:5, 8:45, 46). De hecho, el Evangelio concluye diciendo que el Señor Jesús fue rechazado por los suyos (1:11) y que la gente no le creía a pesar de las muchas señales que había realizado (12:37). Al final, Jesús fue entregado en las manos de los líderes judíos, quienes lo crucificaron a causa de su incredulidad (cf. 19:7, 15).

Sin embargo, las ovejas del Señor distinguen su voz y lo conocen (10:4, 14, 16). Estas ovejas son los creyentes que siguen al Señor hasta el final, y el Evangelio subraya especialmente su fe en Cristo (2:11, 22, 6:66–69, 13:19, 14:1, 10–12, 29, 16:27, 17:8, 20, 20:8). Estos creyentes son dados al Señor Jesús por el Padre y son guardados por el Señor en su amor (6:39, 13:1, 17:6, 9). Recibieron el derecho de ser hijos de Dios (1:12, 13), tienen parte en Cristo (13:8) y tienen la presencia permanente del Señor a través del Espíritu Santo (Jn 14:15–18, 26, 27). Las gloriosas promesas que esperan los discípulos se extienden a los creyentes de todas las edades cuya fe no descansa en lo que se ve (17:20, 20:29). Así como han pasado de la muerte a la vida a través de la fe en Cristo, estos creyentes también serán resucitados a la vida eterna (5:24–29) y estarán en la gloria del Señor para siempre (17:24).

 

Señales

Las señales en el Evangelio de Juan tienen la función de revelar la identidad de Jesús. A través de las señales de Jesús, Nicodemo llegó a la conclusión de que Jesús era un maestro que venía de Dios (3:2). A través del milagro de la alimentación a la gran multitud, el Señor demostró que Él es el pan del cielo (6:35). La sanación del hombre ciego condujo a la enseñanza de que Jesús es la luz del mundo (9:5). Cuando le pidieron una señal para probar su autoridad, el Señor habló sobre la última señal: su propia resurrección (2:19, 21, 22).

Debido a la función reveladora de las señales, estas sirvieron para guiar a las personas a creer en el Señor. Los discípulos creyeron en Jesús luego de presenciar el milagro en el que el Señor convirtió el agua en vino (2:11). El noble y su familia creyeron ante el milagro de la sanación de su hijo (4:46–54). El ciego de nacimiento creyó en y adoró al Señor luego de su sanación (9:35–38). Muchos judíos creyeron en Jesús al presenciar la resurrección de Lázaro (11:45). Al final del libro, el autor dice explícitamente que registró todas estas señales para que nosotros, los lectores, podamos creer que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios (20:30, 31).

 

Gloria

Una manifestación de Jesús como el Hijo de Dios es su gloria divina (1:14). A diferencia de la gloria que buscan los hombres, la gloria que buscó Jesús fue la del Padre (5:41, 44, 7:18, 8:50, 54). A través de sus señales y obras, el Señor reveló su gloria y le dio gloria a Dios (2:11, 11:4, 17:4).

Tal como lo planeó el Padre, la hora en que Jesús fue glorificado fue cuando se enfrentó a la muerte en la cruz y la exaltación final (12:23–33; cf. 7:39). El momento en que las tinieblas parecían prevalecer resultó ser el momento en que el Hijo del hombre fue glorificado (13:31). Al exhortar a sus discípulos, Jesús habló de la gloria que recibiría del Espíritu Santo (16:13, 14). También les enseñó que el Padre sería glorificado cuando los discípulos llevaran mucho fruto y cuando Jesús hiciera todo lo que ellos le pidieran en su nombre (15:7, 8). En su oración al Padre, Jesús declaró que Él había glorificado al Padre y ahora le pedía al Padre que lo glorificara a Él (17:1, 5). Pidió además que quienes creyeran en Él pudieran estar con Él para contemplar su gloria (17:24).

 

Sometimiento a la voluntad del Padre

Si bien Jesús y el Padre eran uno, Jesús también dejó en claro que su Padre era mayor que Él (14:28). Como el que fue enviado por su Padre (8:42), Jesús obedeció incondicionalmente a su Padre al completar la obra para la que fue enviado (4:34, 5:30). Jesús honró a su Padre (8:49), habló según lo que su Padre le había ordenado (7:16, 12:49) y buscó la voluntad de su Padre (5:30, 6:38). No perdió a ninguno de los que el Padre le había dado (6:39, 10:28, 29). Según la orden de su Padre, Jesús entregó su vida para volver a tomarla (10:18).

La inmejorable voluntad del Padre se puede ver en el uso de la palabra “hora” en el Evangelio de Juan para representar el tiempo que Dios había predeterminado. Jesús honró la hora que fue establecida para Él y actuó en consecuencia (2:4). Nadie podía quitar su vida antes de que llegara su hora (7:30, 8:20). Las obras de salvación de Cristo, así como lo que tendrían que enfrentar los discípulos, también sucedieron según el tiempo determinado por Dios (4:21, 23, 5:25, 28, 16:2, 4, 21, 25, 32). La hora para la cual vino el Señor Jesús fue la hora de su muerte, exaltación y regreso al Padre (12:23, 27, 13:1). Incluso en los momentos de gran sufrimiento, Jesús reconoció y obedeció la voluntad del Padre (18:8, 9, 11, 19:11). Lo que dijo en la cruz: “¡Consumado es!” (Jn 19:30) resume perfectamente su total devoción por completar la voluntad del Padre.

Relevancia moderna

Aunque el lenguaje figurativo del Evangelio de Juan puede parecer abstracto, en repetidas ocasiones el Evangelio expone verdades espirituales profundas de manera tangible y relacionable. El pan, la luz, la puerta y el buen pastor son todas cosas concretas que nos ayudan a entender quién es Jesús. Así como el Verbo se hizo carne y moró entre nosotros para darnos a conocer al Dios que no podemos ver, las palabras escritas en el Evangelio han hecho que las doctrinas esenciales de la salvación sean accesibles para todos nosotros.

Lo que dijo Jesús respecto de sí mismo y las muchas promesas que hizo a los que creyeron en Él son tan válidas hoy como lo fueron en aquel entonces. La esperanza del evangelio subyace en nuestra transformación, cuya fuente es Jesús. Sólo Jesús puede convertir el agua en vino, la pena en gozo, la muerte en vida. Así que la médula del mensaje de Juan es que Jesús es la fuente de la vida eterna, el gozo y la realización. Podemos extraer libremente de esta fuente cuando venimos a Él con fe. Los que creemos en el Señor Jesús también podemos experimentar personalmente el Espíritu de la promesa que mora en nosotros porque Jesús ha sido glorificado (7:37–39). El Señor está con nosotros continuamente a través del Consolador. Hoy en día, podemos entender las palabras de Jesús porque el Espíritu Santo es nuestro maestro personal (14:16–18, 25, 26).

El Evangelio de Juan también es aplicable a la iglesia en general. Verdades importantes acerca de los sacramentos del bautismo, el lavado de pies y la santa comunión se explican en Juan. La Verdadera Iglesia de Jesús, habiendo sido enviada por el Espíritu Santo (cf. 20:20–23), administra los sacramentos por su fe en las palabras de Cristo. El Evangelio de Juan también nos recuerda que el Señor nos ha equipado para llevar a cabo su comisión. Debido a que Él ha regresado al Padre, nosotros, los creyentes, haremos obras mayores a las que hizo Él (14:12). Todo lo que pidamos en su nombre, nos será hecho (14:14, 15:7, 16). La oración de Jesús por la unanimidad de los creyentes es especialmente relevante para la vida dentro de la iglesia (17:20–23). Cuando nos amemos los unos a los otros como lo ordenó el Señor Jesús, todos sabrán que somos sus discípulos (13:34, 35).