Autor

La tradición de la iglesia primitiva sugiere que el autor de este libro fue Marcos, el primo de Bernabé (Col 4:10) 1/499. Marcos acompañó a Pablo y a Bernabé en su primer viaje misionero pero los abandonó antes de que el viaje concluyera (Hch 15:38). No obstante, para cuando Pablo estaba encarcelado, Marcos se había convertido en un confiable compañero de trabajo (2 Ti 4:11). El autor probablemente obtuvo buena parte de sus relatos del apóstol Pedro, testigo ocular del ministerio de Jesús. Sus escritos, a su vez, sirvieron como referencia a Mateo y Lucas.

Destinatario

Lo más probable es que el libro fue dirigido específicamente a los romanos, y por extensión, a los gentiles. En sus escritos, Marcos frecuentemente explica las costumbres judías y traduce los términos judíos porque su público no estaba familiarizado con los mismos. Para alguien que no está familiarizado con la historia judeo-cristiana, el libro sirve como una introducción concisa a la historia de Jesucristo.

Fecha

Entre los años 50 a 70 d.C.

Lugar

El libro probablemente fue escrito en Roma. Los destinatarios inmediatos de Marcos eran los creyentes de la ciudad.

Propósito

1. Cuando se escribió el libro, la iglesia estaba siendo perseguida por los líderes religiosos judíos y el gobierno romano. Marcos escribió un recuento de la vida de Jesús para demostrar que Él había sufrido bajo los mismos opresores pero había perseverado y cumplió el plan de salvación de Dios. El poderoso ministerio de Jesús sobre la tierra alentó a los creyentes para continuar la obra de Dios, imitando a Cristo y venciendo los sufrimientos.
2. El libro muestra la naturaleza divina y humana de Jesús. Como el Hijo de Dios, Jesús tuvo poder y autoridad ilimitados. Al mismo tiempo, Él eligió trabajar como un siervo incansable. A través de su ministerio, Jesús estableció un ejemplo perfecto de cómo amar a Dios y servir a los hombres.

Características únicas

1. Entre los cuatro evangelios, solamente Marcos se introduce a sí mismo como el “evangelio” (1:1).

2. En comparación con Mateo y Lucas, Marcos es como una versión abreviada del evangelio. Su objetivo es responder la pregunta: “¿Qué fue lo que Jesús hizo?”. El autor omite mencionar la genealogía y la niñez de Jesús y va directo a su obra. Además, la proporción de milagros a enseñanzas es mucho mayor que los registrados en Mateo o Lucas. A diferencia de los otros evangelios, Marcos raramente incluye discursos morales o teológicos extensos.

3. Marcos frecuentemente usa expresiones como “de inmediato”, “al instante”, “en seguida”, etc., que transmiten un sentido de urgencia en la misión de Jesús.

4. Marcos frecuentemente explica las costumbres judías y las palabras arameas. Varias palabras arameas que se encuentran en Marcos no aparecen en los otros evangelios (5:41, 7:34, 15:34).

Versículo central

"[P]orque el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos" (10:45).

Visión panorámica

Échele un vistazo al libro completo para tener una idea general y complete el Cuadro B.

Al igual que los otros evangelios, Marcos prueba que Jesús es Dios hecho carne que vino para salvarnos. No obstante, para llegar a esta conclusión, Marcos hizo uso de un proceso invertido. Él no nos dice que Jesús es descendiente de los reyes o que los ángeles anunciaron su nacimiento. En lugar de ello, él primero pinta la imagen de un siervo humilde. Este acercamiento nos provee de una ilustración tangible de cómo “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1:14). Del ejemplo de Jesús aprendemos cómo no “am[ar] de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Jn 3:18).

La primera mitad de Marcos se enfoca más en las acciones de Jesús. Durante este período, Jesús habló en parábolas usando artefactos de uso diario (odres, pan, semilla, lámpara, etc.). Su poder y autoridad estaban implícitos en sus palabras y acciones, pero Él evitaba hacer declaraciones de naturaleza divina. A la mitad del libro hay un cambio claro de enfoque. Luego de que Pedro confesara que Jesús era el Cristo (capítulo 8), Jesús comienza a afirmar su naturaleza divina. Él habló claramente sobre el tiempo final y el reino de los cielos. También reprendió duramente a los fariseos y a los escribas por su hipocresía. En este momento, el rol de los doce apóstoles cobró mayor prominencia, conforme Jesús los preparaba para continuar con el trabajo de salvación. La narración cobra ímpetu y cambia el enfoque hacia el arresto, la crucifixión y la resurrección de Jesús. Luego de que Jesús se levantara de entre los muertos, ordenó a sus discípulos a que continuaran con su obra. El mismo ministerio nos es confiado a nosotros hoy.

Las palabras del apóstol Pablo proveen una sinopsis adecuada del mensaje del Evangelio según Marcos:

Él, siendo en forma de Dios,
no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
sino que se despojó a sí mismo,
tomó la forma de siervo
y se hizo semejante a los hombres.
Mas aún, hallándose en la condición de hombre,
se humilló a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte,
y muerte de cruz.
Por eso Dios también lo exaltó sobre todas las cosas
y le dio un nombre que es sobre todo nombre,
para que en el nombre de Jesús
se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra;
y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor,
para gloria de Dios Padre (Flp 2:6-11).

Temas

Consistente con el enfoque en el ministerio de Jesús, los temas que se encuentran en Marcos se ilustran más por acciones que por discursos. Estos temas emergen cuando estudiamos los detalles de los eventos registrados en el libro (lo que Jesús hizo, cómo la gente interpretaba sus obras, cómo respondía la gente, etc.).

 

Siervo/ministro

Todo el libro de Marcos habla acerca de Jesús, el siervo incansable (ilustrado por el frecuente uso de las palabras “inmediatamente”, “al instante”, “en seguida”, etc.). Jesús estableció ejemplos prácticos sobre los diversos aspectos del servicio:

 

Humildad/mansedumbre

La humilde declaración de Juan el Bautista (1:7) estableció el tono para el ministerio. Él se refirió a Jesús como el que bautizaría con el Espíritu Santo (1:8). Para salvarnos, el Dios que está en los cielos se convirtió en “Jesús de Nazaret”, un pobre carpintero de una ciudad sin importancia. Él fue despreciado y rechazado, incluso lo acusaron de estar fuera de sí y de estar en alianza con el diablo (3:21-22). Jesús lo tomó todo con calma. Siempre y cuando estuviera haciendo la voluntad de su Padre, estaba contento. A través de sus ejemplos, Jesús les enseñó a sus discípulos a ser humildes e inocentes como niños (10:14-15) y también a ser siervos humildes (10:42-44).

Aunque Jesús merecía todo el poder y la gloria, Él escogió ser un siervo humilde. Como el Hijo del hombre, Jesús difirió toda autoridad y gloria al Dios que está en los cielos. Él se ocultó a sí mismo de la adoración de la gente. Cuando los espíritus inmundos lo reconocían, Él les ordenaba guardar silencio (1:25, 34, 3:12). Después de sanar a alguien, Él a menudo les ordenaba que no se lo dijeran a nadie (1:44, 5:43, 7:36, 8:26).

Jesús era un siervo que ponía en último lugar sus propias necesidades. Él preguntaba: “¿Qué queréis que os haga?” (10:36, 51), pero nunca dijo: “¿Qué obtendré yo a cambio?”. Cuando la gente le pedía (a veces incluso se lo demandaban) algo, Él siempre escuchaba pacientemente y actuaba de acuerdo a la fe de ellos. Jesús destinó todo su poder para sanar y salvar. Quizás es por eso que no contara con belleza física (Is 53:2) y que hubiera muerto tan rápido en la cruz.

El sufrimiento y la crucifixión de Jesús son los mejores ejemplos de su humildad. Él tenía el poder para salvarse a sí mismo en cualquier momento, pero escogió no hacerlo. Cuando los testigos falsos lo acusaron, Él no los reprendió. Cuando los soldados romanos lo azotaron, Él no se defendió. En la cruz, cuando la gente se burló de Él y lo desafiaron para que se bajara, Él guardó silencio.

 

Compasión/misericordia

Marcos describe vívidamente el amor que emiten las emociones de Jesús. Para cualquier persona en necesidad, Jesús siempre tuvo una palabra amable y un toque de ternura. Cuando un hombre con lepra le rogó por misericordia, “Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano, lo tocó y le dijo: —Quiero, sé limpio” (1:41). Él llamó “hija” a una mujer que quería ser sanada (5:34) y habló tiernamente a una niña para que reviviera de los muertos (5:41). A Él le agradaba tomar a los niños en brazos para bendecirlos (10:16).

Jesús siempre está preparado y dispuesto para suplir nuestras necesidades. Cuando Él vio que la gente era como “ovejas sin pastor”, puso de lado su hambre y comenzó a enseñarles (6:31, 34). Aunque la prioridad de Jesús eran los asuntos espirituales, Él no descuidó las necesidades físicas y emocionales de la gente. Luego de alimentar a la multitud con la palabra de Dios, Jesús los alimentó con pescado y pan (8:2-4). En el medio de una tormenta, cuando los discípulos temían por sus vidas, Jesús calmó los vientos y las olas (4:38-39). Cuando vio que los discípulos “rema[ban] con gran esfuerzo” (6:48), Él fue hacia ellos.

El acto de misericordia más grande es el perdón de los pecados. Jesús nunca le da las espaldas a un pecador arrepentido (2:17). Él comió con los publicanos (2:15). Con frecuencia, la gracia que nos da va más allá de lo que le pedimos, como cuando perdonó el pecado del hombre paralítico (2:5). Él soportó voluntariamente la agonía de la cruz y las consecuencias del pecado para que podamos tener la esperanza de la salvación.

 

Sufrimiento/sacrificio

A un siervo se le requiere sacrificarse, a veces de forma dolorosa. Juan el Bautista vivió una vida simple y luego murió por el Señor (1:6, 6:27, 9:12-13). Desde el comienzo de su ministerio, Jesús sacrificó sus comodidades para enseñar, alimentar y sanar a la gente (1:13, 3:20, 6:31). No obstante, Jesús vino no sólo para ayudarnos en esta vida terrenal, sino también para salvar nuestras almas del infierno. Hacer eso requirió el máximo sacrificio. Jesús estaba dispuesto a ser perseguido, azotado y a sufrir y morir en la cruz (8:31, 9:31, 10:33-34, 38-39, 12:6-12, 14:22-24, 34-36, 53-65, 15:12-37). Su amor y sacrificio nos compele a seguir su ejemplo (1:18, 6:8-9, 8:34-38, 10:21-31, 13:9, 12-22, 14:3).

 

Autoridad

La declaración de Jesús de que Él es el Hijo de Dios está fundada en la verdad. Él fue profetizado y confirmado por los profetas (1:7-8, 9:4). El Dios que está en los cielos habló por Él (1:10-11, 9:7). Incluso los demonios reconocieron su autoridad (1:24, 34, 3:11, 5:7). Cuando murió en la cruz, un centurión romano fue conmovido a exclamar: “¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!” (15:39).

Las palabras de Jesús tenían autoridad como ninguna otra. Todos estaban maravillados de sus enseñanzas y obras (1:22, 27, 2:12, 5:20, 6:2, 10:24, 11:18, 12:17). Sus sabias palabras silenciaron incluso a sus críticos más feroces (12:34). Él reveló el misterio escondido en las palabras de Dios (2:19-22, 27-28, 3:4, 4:3-34, 7:8). Solamente el Hijo de Dios podía hablar veraz y poderosamente sobre el reino de Dios y el día final (4:1-34, 10:1-31, 13:1-37). Solamente el Señor omnisciente podía predecir correctamente su propia muerte y resurrección (8:31, 9:9, 10:34, 10:38, 12:8).

Jesús tenía autoridad por sobre todas las cosas, incluyendo la enfermedad (1:31, 41-42, 5:29, 41, 6:56, 7:37, 8:25), los demonios (1:25-27, 34, 3:11, 5:7, 7:30, 9:25-26, 10:52) y la naturaleza (4:39, 6:41-42, 48, 8:6-8, 11:14, 20). Solamente Él tenía la autoridad para perdonar pecados (2:5, 10-11).

Jesús delegó su autoridad a los discípulos y prometió trabajar con ellos (3:15, 6:7, 16:17-18, 20). Él ordenó a los discípulos a que se mantuvieran alertas y que completaran las tareas asignadas hasta el retorno de su Señor (13:33-37). Cuando los discípulos recibieron el Espíritu Santo, se cumplió la promesa de Jesús. Hoy, Jesús nos da la misma autoridad a través del Espíritu Santo para edificar a la iglesia y para predicar el evangelio de Jesucristo. Si le servimos fielmente, heredaremos la vida eterna en el reino de Dios cuando Jesús vuelva de nuevo con gran poder y gloria (13:36-37).

 

Corazones endurecidos

Irónicamente, mientras los demonios y la naturaleza obedecieron a Jesús, aquellos que Él vino a ayudar lo rechazaron. La gente rechazó a Jesús por quien era. Los gadarenos le tuvieron miedo y le pidieron que se fuera (5:17). Su propia familia pensó que estaba fuera de sí (3:21). La gente de su propia ciudad lo rechazó por causa de su humilde origen (6:3). Los escribas de Jerusalén incluso lo declararon como un hombre poseído por el demonio (3:22). Ellos dudaron de la autoridad divina de Jesús. Debatían con Él sobre los mandamientos de Dios (10:5). Repetidamente trataron de atraparlo en algún error (2:18, 24, 3:2, 8:11, 10:2, 11:28, 12:13, 24). Cuando fracasaron en encontrar alguna falta para acusarlo, hicieron falsas acusaciones contra Él (14:56, 59). Mientras Jesús sufría, ellos lo ridiculizaron (14:65, 15:17-19, 29-32, 35-36).

La gente rehusó aceptar las enseñanzas de Jesús. Cuando Jesús le dijo al joven rico lo que le faltaba por hacer, éste “se fue triste” (10:22). Los discípulos nunca aprendieron su lección, aun habiendo estado con Jesús durante tres años. Aunque Jesús se tomó un tiempo adicional para explicarles su palabra (4:11), ellos continuaron sacando sus propias conclusiones delirantes (8:15-17, 31-33, 9:5-6). Siguieron estando sorprendidos e incrédulos del poder de Jesús (4:40-41, 6:51-52). Se peleaban entre ellos y con los demás (9:14, 34, 10:13, 41). Incluso cuando Jesús les dijo explícitamente que Él sufriría, moriría y resucitaría (9-31,10:34), ellos no lograban conectar sus palabras con lo que estaba aconteciendo. Incluso cuando muchos testigos les dijeron que Jesús había resucitado de entre los muertos, ellos todavía no creían (16:11, 13-14).

Jesús advirtió a la gente de su ruina para que pudieran arrepentirse y retractar sus caminos. No obstante, su advertencia frecuentemente caía en oídos sordos. El advirtió a los discípulos acerca de discutir sobre quién era el más grande entre ellos (9:33-37, 10:38). Él advirtió a los principales sacerdotes, escribas y ancianos acerca de las consecuencias de su hipocresía (7:6, 12:36-40) y de su plan de matar al Hijo de Dios (12:7-9). Él advirtió a Judas sobre su traición (14:18). Él advirtió a Pedro acerca de la negación (14:30). Tristemente, todos ellos ignoraron las advertencias de Jesús.

Relevancia moderna

Con el propósito de predicarles a los romanos que no tenían un trasfondo religioso judío, Marcos puso su atención en las obras de Jesús. Hoy, cuando le predicamos a alguien que no tiene un trasfondo religioso cristiano, a menudo la forma más efectiva es compartir un testimonio de cómo Jesús cambió nuestras vidas. Una vez que la persona esté más familiarizada con nuestras creencias básicas, podremos hablarle de las enseñanzas espirituales más profundas sobre la salvación y el reino de los cielos.

Cuando leemos sobre cómo Jesús trabajó incansablemente, entregando todo lo que Él tenía hasta el último momento, no podemos sino sentirnos obligados a responder a su amor. La mejor forma de hacerlo es predicar las buenas nuevas (16:15) y ser “el último de todos y el servidor de todos” (9:35). Mediante el poder y la sabiduría del Espíritu Santo, podemos imitar el ejemplo de Jesús como un siervo humilde.