Autor

Pablo (1 Co 1:1)

Destinatario

La iglesia en Corinto (1 Co 1:2)

Fecha

53 a 55 d.C.

Propósito

Pablo escribió esta carta a los Corintios mientras estaba en Éfeso durante su tercer viaje misionero (cf. 1 Co 16:8; Hch 19:8, 10, 20:31). Pablo había estado en comunicación con los miembros de la iglesia de Corinto, incluso cuando no estaba con ellos presencialmente. Pablo menciona en 1 Corintios 5:9 que había escrito previamente una carta a los Corintios. Los Corintios también habían escrito a Pablo sobre ciertos asuntos (1 Co 7:1). Además de las cartas entre Pablo y la iglesia, también había varias personas que visitaron a Pablo. En el primer capítulo de la carta, aprendimos que la gente de la casa de Cloé había informado personalmente a Pablo sobre las contiendas en la iglesia (1 Co 1:11). Pablo, cuyo corazón había estado en los creyentes de Corinto, se regocijó con la llegada de Estéfanas, Fortunato y Acaico (1 Co 16:17). De las declaraciones repetidas de "Ahora, en cuanto a…" y otras pistas similares en la carta, inferimos que Pablo había notado acerca de los muchos asuntos y problemas en la iglesia de Corinto. El propósito principal de su carta es abordar estos asuntos y guiar a la comunidad espiritual de acuerdo con los principios de Dios.

Características únicas

1 Corintios es quizás la única epístola en la que Pablo escribe a una congregación local para abordar cuestiones o preguntas específicas, una por una. Aunque no siempre es obvio cuál era la situación exacta con respecto a los temas en cuestión, podemos vislumbrar algunos de los problemas que preocupaban a esta iglesia primitiva.

Versículo central

“Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y un mismo parecer”. (1 Co 1:10)

Visión panorámica

1 Corintios se escribió principalmente para abordar los problemas de la iglesia de Corinto y responder a las preguntas de los creyentes de Corinto. La carta está organizada según estos diversos temas. El siguiente esquema ofrece una visión general del contenido de la carta:

  1. Saludo y acción de gracias (1:1-9)
  2. División en la iglesia (1:10-4:21)
  3. Inmoralidad sexual y pleitos (5:1-6:20)
  4. Matrimonio (7:1-40)
  5. Idolatría y libertad (8:1-11:1)
  6. Orden en la iglesia (11:2-14:40)
  7. Resurrección (15:1-58)
  8. Observaciones finales (16:1-24)

Temas

Sabiduría

Al abordar el problema de la división en la iglesia de Corinto, Pablo va a la raíz del problema: el orgullo. Los Corintios, que son ricos en palabra y en conocimiento (1:5), se enorgullecen de la sabiduría. Por su lealtad a los trabajadores dotados, hay entre los creyentes contiendas, y cada partido se jacta de su superioridad. Pablo les recuerda que la palabra de la cruz es locura a los que se pierden (1:18-25). Dios también ha escogido lo débil y lo menospreciado del mundo para que nadie se jacte en la presencia de Dios (1:26-31). Por esta razón, Pablo no predica con excelencia de palabras o de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder (2:1-5). Lo que los apóstoles imparten a los creyentes no es una sabiduría de este mundo, sino una sabiduría oculta y secreta de Dios que solo una persona espiritual puede entender (2:6-16).

Pablo señala el error de gloriarse siguiendo a un ministro sobre otros. Tal división basada en la lealtad a los hombres demuestra la inmadurez de los Corintios (3:1-4). Pablo expone que los ministros son simplemente colaboradores de Dios que sirven para el beneficio de los creyentes. Los creyentes son labranza y edificio de Dios (3:5-16). Pablo insta a los Corintios a considerar a los ministros como servidores y administradores de Dios, y no envanecerse unos contra otros (4:1-7). La sabiduría basada en la jactancia de los hombres es insensatez ante los ojos de Dios (3:18-21). Deben imitar a los ministros del evangelio, que se han vuelto insensatos en su humillación y sufrimiento por causa de Cristo (4:8-16).

Santidad

El orgullo de los creyentes de Corinto se extiende a su actitud hacia la moralidad. Toleran al que ha cometido fornicación, algo que ni aun se nombra entre los gentiles (5:1). Pablo les advierte que dejen su jactancia y les ordena purgar a la persona malvada de entre ellos, entregando al pecador a Satanás para destrucción (5:3-13).

No solo que la iglesia de Corinto no juzga a los inmorales sexuales, sino que tampoco es capaz de resolver las disputas que surgieron entre ellos. Pablo quiere que vean cuán vergonzoso es que los santos, quienes juzgarán al mundo y a los ángeles, lleven sus propios asuntos ante los incrédulos (6:1-6). Es una falta en la iglesia que los miembros cometan agravios, se defrauden unos a otros, y que también lleven estos asuntos ante los incrédulos (6:7-8). Los creyentes deben entender que el comportamiento injusto entre ellos no es aceptable en el reino de Dios. Habiendo sido lavados, santificados y justificados, sus vidas no deberían tener parte alguna con la injusticia (6:9-11).

Además de limpiar la iglesia de la persona que ha cometido inmoralidad sexual, cada creyente también debe huir de ella. Nuestros cuerpos son miembros de Cristo y son para el Señor (6:13-15). El que comete inmoralidad sexual peca contra su propio cuerpo, que es templo del Espíritu Santo (6:16-19). Nosotros, los creyentes, que hemos sido comprados por precio, debemos glorificar a Dios en nuestro cuerpo (6:19-20).

Amor y edificación

Pablo dedica tres capítulos (capítulos 8 a 10) al tema de la idolatría y los alimentos sacrificados a los ídolos. Una vez más, la raíz del problema se relaciona con el orgullo. Por lo tanto, Pablo comienza a abordar el tema enfatizando que el conocimiento envanece, pero el amor edifica (8:1). Una persona puede reclamar tener el conocimiento de que el ídolo no es nada y elige comer en el templo dedicado a los ídolos. Pero al hacerlo, es desconsiderado con el hermano que tiene una conciencia débil, haciendo que tropiece (8:2-13). Pablo se usa a sí mismo como ejemplo para demostrar que el amor implica renunciar la libertad de uno mismo por el bien de los demás (9:1-27). Hacer lo que es beneficioso para nuestro prójimo, no solo se aplica a cuestiones de comida, sino a todas las áreas de la vida (10:23-33).

El amor es también el principio subyacente en cuanto al uso de los dones espirituales. Entre los dos capítulos que tratan sobre los dones espirituales, está el famoso capítulo que habla del amor (capítulo 13). Si los que poseen mayores conocimientos y dones no tienen amor, de nada sirve (13:1-4). El amor no tiene envidia ni es jactancioso, sino que todo lo sufre y lo soporta (13:4-7). Todos los dones se acabarán, pero el amor nunca deja de ser (13:8-13). Por lo tanto, mientras procuramos fervientemente los dones espirituales, necesitamos sobre todo seguir el amor (14:1). El caso de hablar en lenguas durante las reuniones de la iglesia es un ejemplo de cómo los creyentes de Corinto deben ejercer el amor mientras usan los dones espirituales (14:2-33). Las palabras de instrucción son más apropiadas que las lenguas durante el servicio de adoración porque las primeras edifican a toda la iglesia. Que la iglesia reciba edificación debe ser la primera prioridad.

Cuerpo de Cristo

Pablo hace numerosas referencias a Cristo y su cuerpo cuando aborda los problemas de la iglesia. Primero, enseña a los creyentes la santidad del cuerpo de Cristo. Nuestros cuerpos son miembros de Cristo en el sentido de que somos un espíritu con Cristo (6:13, 15-17). Por lo tanto, cometer  inmoralidad sexual es pecar contra el cuerpo que es de Cristo. Cuando tomamos parte en la comunión, participamos del cuerpo y de la sangre de Cristo (10:16), porque el mismo Señor llamó al pan y a la copa de la comunión su cuerpo y su sangre (11:23-25). Cualquiera que coma el pan o beba la copa indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor (11:27). Del mismo modo, los creyentes que han participado del cuerpo y de la sangre de Cristo deben abstenerse de la idolatría, para no ser partícipes con los demonios (10:14-22).

En segundo lugar, el cuerpo de Cristo es fundamental para el llamado a la unidad en la iglesia. Desde el principio, Pablo apela a los Corintios a estar unidos en la misma mente y el mismo parecer (1:10). Cuando Pablo habla de las divisiones de los creyentes basadas en su lealtad a los hombres, pregunta: “¿Acaso está dividido Cristo”? (1:13). Cuando habla de la diversidad de los dones espirituales, Pablo usa la analogía del cuerpo: “Así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo” (12:12). Independientemente de la diversidad de dones, servicios y actividades, hay un solo Espíritu, un solo Señor y un solo Dios. Es el mismo Espíritu quien distribuye los diferentes dones a cada uno (12:1-11). Esta unidad en la diversidad se asemeja a la perfecta coordinación e interdependencia de los diversos miembros del cuerpo. Dios ha formado el cuerpo de Cristo de tal manera que todos los miembros usan sus dones para trabajar juntos y apoyarse unos a otros en unidad (12:12-30).

Resurrección

Si bien la defensa de Pablo de la resurrección de los muertos se encuentra en un solo capítulo, este tema es uno de los más extensos de la carta. Respondiendo a las dudas que algunos de los creyentes corintios tienen sobre la resurrección, Pablo comienza recordándoles que la resurrección de Cristo es un principio central del evangelio y es corroborada por numerosos testigos, incluyendo Pablo mismo (15:1-11). La afirmación de que no hay resurrección tiene ramificaciones devastadoras. Si los muertos no resucitan, entonces Cristo no ha resucitado, y nuestra fe en Cristo es en vano. Todos los que mueren en Cristo han perecido, y nosotros que estamos vivos no tenemos ninguna esperanza (15:12-34). Para aquellos que cuestionan cómo es posible la resurrección corporal, Pablo explica el cuerpo resucitado en términos de sembrar semillas, organismos vivos y cuerpos celestiales. La resurrección no es el levantamiento de nuestro actual cuerpo natural y mortal, sino una transformación total en un cuerpo espiritual e inmortal (15:35-49). Esta transformación final del cuerpo corruptible en el cuerpo incorruptible marca el triunfo final de Dios y Cristo sobre el pecado y la muerte (15:50-57). Por lo tanto, nuestra esperanza en la resurrección nos motiva a estar firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre (15:58).

Relevancia moderna

Nuestra fe va más allá de conocer ciertos hechos. Debe ser puesta en práctica en nuestra vida personal y en nuestra vida en la iglesia. Aunque la primera carta de Pablo a los Corintios fue escrita para abordar problemas específicos que enfrentaba la iglesia de Corinto, podemos aprender mucho de las enseñanzas y exhortaciones que sustentan las soluciones que ofreció Pablo. La unidad en la iglesia es tan relevante hoy como lo fue en el primer siglo. El llamado a la humildad y al amor centrados en Cristo se aplica directamente a nuestras interacciones con los hermanos creyentes. La santidad y la justicia en el reino de Dios sigue siendo nuestro objetivo como individuos y como iglesia. Por último, la resurrección de los muertos y la transformación en cuerpos espirituales, que Pablo defendió vigorosamente en su carta, no son sólo contemplaciones teológicas para nosotros hoy, sino la base misma de nuestra fe y esperanza en Cristo, así como la fuerza motriz de nuestro ministerio.