Autor

El autor menciona su nombre al inicio de la carta (1:1). Es probable que este Santiago fuera el hermano del Señor (1 Co 15:7; Mt 13:55; Mc 6:3; Gl 1:19), uno de los líderes de la iglesia de Jerusalén (Hch 12:17, 15:13, 21:18; Gl 2:9).

Destinatario

Esta epístola está dirigida a “las doce tribus que están en la dispersión”. Esto significa que fue enviada a los cristianos judíos en la diáspora, aunque la expresión “doce tribus” podría referirse al Israel espiritual: todos los creyentes en Cristo, incluyendo judíos y gentiles. Por el contenido pareciera que los primeros lectores eran judíos convertidos al cristianismo. Ejemplo de esto incluye la referencia a la “sinagoga” (2:2) y el uso del título hebreo para Dios “Señor del Sabaoth” (“Señor Dios Todopoderoso”; 5:4). Debido a que está dirigida a todos en general y no a un individuo ni grupo en específico, se la clasifica como una de las Cartas Universales, juntamente con las cartas de Pedro, Juan y Judas.

Fecha

Incierta. Probablemente 45-50 d.C. o al inicio de los 60.

Propósito

Los cristianos de ese periodo atravesaban por diversas tribulaciones (1:2), posiblemente persecuciones. Santiago les escribe para alentarlos a regocijarse y ser pacientes. Algunos creyentes no vivían de una forma que demostrara la fe que profesaban en Cristo, en conducta y en relación con otros. Por esto, la carta trata los temas del desvío de la fe y el pecado, la superficialidad, el favoritismo y la contienda, y hace un llamado a los creyentes para ser justos y vivir en santidad.

Características únicas

  1. Similar al Libro de Proverbios, con énfasis en la conducta. 
  2. Oraciones simples y directas que hacen recordar las enseñanzas del Señor, en especial el Sermón del Monte. 
  3. Predominio de ordenanzas (59 imperativos de 108 versículos).
  4. Uso frecuente de ilustraciones y analogías semejantes a los escritos del Antiguo Testamento. Por ejemplo, onda del mar (1:6); flor de la hierba (1:10-11); espejo (1:23); freno, timón, fuego, veneno mortal, fuente, higuera, vid (3:3-12); neblina (4:14); labrador (5:7).

Versículo central

“Así como el cuerpo sin espíritu está muerto, también la fe sin obras está muerta”. (2:26).

Visión panorámica

La carta no tiene una estructura clara discernible. Pero trate de identificar párrafos que contengan temas en común mientras vaya escribiendo la breve descripción de los párrafos en el cuadro A, hallado al final de esta lección.

Temas

La fe y las obras

La enseñanza central en Santiago es que la fe se expresa en obras (2:17-20). Solo la fe con obras justifica y salva (2:14, 21-26). La fe se demuestra a través de la paciencia (1:2-4, 5:8-11), la oración (1:6, 5:15), la imparcialidad (2:1), el amor (1:27, 2:15, 16), la humildad (4:6-16), se refrena de pasiones y deleites (4:3, 4, 5:1-6) y hace buenas obras (4:17).

Consistencia en las acciones

Nuestra conducta como cristianos y gente de fe, debe ser coherente con lo que creemos. Debemos practicar la palabra en vez de tan solo oírla (1:22-25). Nuestra conducta hacia los pobres debe ser igual que con los ricos (2:1-4). Nuestra boca que alaba a Dios no puede maldecir al hombre, que es creado a imagen de Dios (3:9-12). No podemos amar a Dios y al mismo tiempo amar los deleites de este mundo (4:1-5). Debemos ser sinceros y nuestro “Sí” debe ser “Sí”, nuestro “No” debe ser “No” (5:12).

La ley y el juicio

Santiago nos enseña que toda nuestra conducta se juzga conforme a la ley de Dios. Si permanecemos en la “ley de la libertad” y la acatamos, seremos bendecidos en lo que hagamos (1:25). Si vivimos según la ley de Dios, debemos guardarla por completo. Si decimos amar al prójimo pero mostramos favoritismo, la ley nos condenará como transgresores. Quien tropiece en un punto se hace culpable de todos (2:8-11). Dado que todos hemos de dar cuentas, hablemos y actuemos como quienes serán juzgados por la ley (2:12). Si cumplimos la ley siendo misericordiosos hacia los demás, también nos será mostrada misericordia en el juicio (2:13). Santiago nos recuerda que no debemos juzgar a los demás, pues al hacerlo estaremos juzgando la ley (4:11). Dios es el Legislador y el máximo Juez, no nosotros (4:12).

El pecado 

Los cristianos que viven de manera justa deben estar conscientes de la seriedad del pecado y cómo lidiar con este. Santiago enseña que el pecado proviene de los deseos de maldad y su consecuencia es la muerte (1:13-15). Al transgredir la ley de Dios, nos volvemos pecadores (2:9). El que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le cuenta como pecado (4:17). Para vivir libres del pecado, debemos recibir la palabra implantada, que puede salvar nuestra alma, y vivir por la ley de la libertad (1:17-25). Debemos limpiar nuestras manos y purificar nuestros corazones (4:8). Como comunidad, es nuestra responsabilidad ayudarnos a vencer el pecado. Esto se logra por la intercesión y la confesión de las ofensas unos a otros (5:15, 16). Al ver a alguien desviarse de la verdad, es nuestro deber hacer volver al pecador del error de su camino para salvar su alma y cubrir multitud de pecados (5:19, 20).

Los ricos

La carta nos advierte respecto a la búsqueda de riquezas. La hierba se seca y la flor se cae, así también el rico en todas sus empresas (1:9-11). No es al rico a quien Dios favorece, sino que Él ha escogido a los pobres de este mundo para ser ricos en fe y ser herederos del reino que Él ha prometido a los que le aman (2:5). Por esto, no debemos exaltar al rico y despreciar al pobre (2:1-4). No debemos vivir en lujos, dado que los que acumulen riquezas, en especial los que son injustos para con el pobre, acumulan ira para sí (5:1-6). En vez de jactarnos de las ambiciones terrenales, debemos depender en humildad de la voluntad del Señor en nuestro caminar día con día (4:13-16).

La venida del Señor 

Uno de los temas teológicos de la carta es la escatología, lo que a veces es implícito en el texto. Santiago habla de recibir la corona de la vida al ser aprobado como creyente luego de vencer la tentación (1:12). El juicio futuro es otra referencia indirecta respecto a la venida del Señor (2:12, 3:1). Si nos humillamos delante del Señor, Él nos exaltará (4:10). La acumulación de riquezas se considera maldad en especial sabiendo que estamos en los últimos tiempos (5:3). Santiago nos enseña a tener paciencia con base en el inmediato retorno del Señor (5:7-8). Los creyentes no deben quejarse unos contra otros, sabiendo que el Juez ya está a la puerta (5:9).