Autor

Aunque el libro no menciona al autor, a lo largo de la historia, los conservadores judíos y cristianos han considerado que Moisés era su compilador. Según un estudio computarizado de una investigación literaria, no sólo "el lenguaje y la teología [de Génesis] sugirieron que solo un autor escribió el libro, [ref] sino que un hallazgo "arqueológico intensivo ha tendido a socavar muchos de los argumentos usados ​​para desafiar la autoría Mosaica” del Pentateuco. [ref] Además, el Nuevo Testamento apoya la autenticidad de los escritos de Moisés. Por ejemplo, el autor del evangelio de Juan mencionó sobre “la Ley [de] Moisés” (Jn 1:17) y el apóstol Pablo habló sobre la justicia de la Ley de Moisés en su carta a los Romanos (Ro 10:5), que fue citado directamente del libro de Lv 18:5. Lo más importante es que el Señor Jesús mismo habló en el evangelio de Mc 12:26 sobre "el libro de Moisés" donde menciona la frase "el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob", la cual se usa de manera amplia y vaga a lo largo del Pentateuco (Gn 32:9, 50:24; Ex 3:6, 15, 16, 4:5; Dt 6:10, 9:5, 30:20).

Destinatario

Dado que el libro de Génesis es considerado uno de los cinco volúmenes del Pentateuco, los destinatarios inmediatos del escrito fueron los israelitas en la generación del Éxodo. Pero el autor del libro de Deuteronomio mencionó que Dios hizo su pacto no solo con aquellos que estaban presentes ante Él ese día: “los cabezas de [sus] tribus, [sus] ancianos y [sus] oficiales, todos los hombres de Israel; [sus] niños, [sus] mujeres y los extranjeros que [habitaban] en medio de [su] campamento” (Dt 29:10-11), sino también con los que no estaban presentes ese día con ellos (Dt 29:14-15), sobre todo “las generaciones venideras, [sus] hijos que se [levantarían] después de [ellos], y el extranjero que [vendría] de lejanas tierras” (Dt 29:22). Por lo tanto, según el apóstol Pablo, los destinatarios también incluyen a los futuros descendientes de la simiente de Abraham por la fe en Cristo Jesús (Gl 3:26-29).

Fecha

El autor del primer libro de Reyes registró una referencia al período de tiempo de la estancia de los israelitas en el desierto. El autor explicó que “en el año cuatrocientos ochenta después que los hijos de Israel salieron de Egipto, el cuarto año del reinado de Salomón sobre Israel...” (1 Re 6:1), señaló específicamente el período de tiempo de los vagabundeos. Dado que el cuarto año del reinado de Salomón fue alrededor del 966 a.C., y la fecha de la salida de Israel de Egipto fue alrededor del 1446 a.C. Por lo tanto, la fecha de escritura del libro de Génesis tendría que ser entre 1446 a.C., la fecha del Éxodo, y 1406 a.C., el final de la peregrinación de Israel por el desierto (Nm 32:13) y la muerte de Moisés (Dt 34).

Propósito

El autor del libro de Génesis usó la frase “en el principio creó Dios los cielos y la tierra” como la primera frase de su libro (Gn 1:1). El énfasis del autor en la palabra “principio” refleja el propósito del libro. A través del punto culminante, el autor no solo mostró el comienzo de la narración histórica del origen de la creación de Dios, sino que también reveló el comienzo de la narración de la relación personal e íntima entre Dios y su pueblo.

Características únicas

El libro fue escrito en una narración histórica, contando la creación de los cielos y la tierra y de la humanidad. Además, el libro está dividido y marcado por varias “genealogías” y cada una de ellas se enfoca en la historia de vida, las luchas, las esperanzas y la fe de los personajes. Por último, la parte final del libro usó frases claves tales como “los siervos del faraón”, “subid” y “ciertamente Dios os visitará y os sacará” para proyectar su transición hacia el próximo libro del Pentateuco, Éxodo.

Versículo central

“... Yo soy Jehová, el Dios de Abraham, tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente”. (Gn 28:13-14)
“... Dios ciertamente os visitará y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob”. (Gn 50:24)

Visión panorámica

Se le puede dividir al libro de Génesis en varias secciones de “historias” o “genealogías”. Dependiendo del enfoque del autor, la longitud de cada una de esas secciones varía y cada sección dirige a los lectores a un evento histórico específico o al linaje de un personaje.

El libro completo consta de 11 secciones separadas con la indicación de la palabra “historia” o “genealogía”:

  1. El comienzo (Gn 1:1-2, 3): El relato de la creación; la creación del hombre y la mujer.
  2. La historia de los cielos y la tierra (2:4-4:26): La tentación y la caída del hombre; el primer asesinato; el legado de Caín.
  3. La genealogía de Adán (5:1-6:8): El legado de Set; la maldad del hombre; la justicia de Noé.
  4. La genealogía de Noé (6:9-9:29): El arca y el gran diluvio; el pacto del arco iris; la maldición y la bendición de Noé.
  5. La genealogía de los hijos de Noé (10:1-11:9): Los descendientes de Noé; la torre de Babel.
  6. La genealogía de Sem (11:10-26): La lista de los descendientes de Sem.
  7. La genealogía de Taré (11:27-25:11): El llamamiento de Abram; la promesa de Dios a Abram; el rescate de Lot y el rey Melquisedec; el pacto de Dios con Abram; la sierva y su hijo; la intercesión y el juicio de Sodoma; el nacimiento del hijo prometido y la partida de la sierva y su hijo; la prueba de Abraham; la muerte de Sara y la novia de Isaac; la muerte de Abraham.
  8. La genealogía de Ismael (25:12-18): Los hijos de Ismael y sus generaciones.
  9. La genealogía de Isaac (25:19-35:29): La venta de la primogenitura de Esaú; el engaño de Jacob; el voto de Jacob en Betel; el casamiento de Jacob; la huida de Jacob; la lucha entre Dios y Jacob; el encuentro de Esaú y Jacob; la violación de Dina; el regreso a Betel y la muerte de Raquel.
  10. La genealogía de Esaú (36:1-37:1): Los hijos de Esaú; los reyes y los jefes de los edomitas.
  11. La historia de Jacob (37:2-50:26): La venta de José a Egipto; la justicia de Tamar; la tentación de José; la interpretación de los sueños; la venida de los hermanos de José; el viaje de Jacob y su casa a Egipto; las bendiciones y las últimas palabras de Jacob; la muerte de Jacob y la muerte de José.

Temas

La bondad de Dios en su creación

El autor del libro de Génesis comenzó con la narración histórica de la creación de los cielos y la tierra. Y Dios vio que su creación “era buena” (1:10, 12, 18, 25). El Señor procedió con la creación del hombre, a quien lo creó a su propia imagen (1:26). Después de que terminó “todo cuanto había hecho”, Dios vio que “era bueno en gran manera” (1:31). A través del prólogo de la creación, el autor enfatizó la bondad de cada creación de Dios antes de que el pecado entrara en el mundo.

El pecado y la redención

El tema del “pecado y la redención” es evidente durante las primeras secciones del libro. Aunque el hombre y su mujer desobedecieron el mandato de Dios (3:6-11) y fueron juzgados por ello (3:16-19), el Señor hizo para el hombre y su mujer “túnicas de pieles, y los vistió” (3:21). Después de la caída, el autor también destacó el deseo pecaminoso del hombre a través del ejemplo de Caín (4:6-7). Hacia el final del libro, se reiteró nuevamente el concepto de “pecado y redención”. Los hermanos de José eran culpables de su pecado y maldad contra José y querían redimir su culpa ofreciéndose voluntariamente para ser siervos de José (50:17-18).

La maldad y el juicio

La palabra clave “maldad” también fue subrayada en la cuarta sección del libro. La desobediencia de la humanidad fue explorada a través de su maldad, de las continuas malas intenciones de los pensamientos de sus corazones (6:5) y de su violencia y corrupción (6:11-12). Por lo tanto, el Señor trajo su juicio a la humanidad y a todos los seres vivos que “tenían aliento de espíritu de vida en sus narices” (7:22). La maldad de la humanidad también fue retratada a través de los hombres de Sodoma (18:20-21, 19:6-7) que intentaron asaltar a los dos ángeles de Dios (19:1, 4-5). Después de salvar a Lot y a su familia, el Señor juzgó el clamor del pecado de los sodomitas derribando las ciudades con “todos los habitantes de aquellas ciudades” (19:25). A través de estos ejemplos, el autor del libro reveló que Dios ciertamente juzgaría a los que eran inicuos y perversos.

La justicia y la fe

Mientras que el autor narró la maldad de la humanidad, también registró la justicia y la fe del pueblo de Dios. Así como “vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra” (6:5), encontró a Noé justo y “perfecto entre los hombres [violentos y corruptos] de su tiempo” (6:9, 11). Noé creyó en la advertencia del Señor e “hizo [el arca del diluvio] conforme a todo lo que Dios le había mandado” (6:14-17, 22). Además, el tema de la justicia y la fe se vio en el ejemplo de Abraham. Incluso en su condición sin hijos, Abram “creyó a Jehová” (15:6) cuando el Señor le prometió que “un hijo [suyo] sería el que [lo heredaría]” y que su descendencia sería como las estrellas en el cielo (15:4-5). Jehová “le fue contado por justicia” (15:6). Por último, la justicia y la fe también se expresaron en el ejemplo de Judá y Tamar. En su confesión, Judá reconoció que “más justa [había sido] Tamar que [él]” al esperar fielmente levantar un heredero para su esposo a través del linaje de Judá (38:6-11, 25-26). A lo largo del libro, el autor describió que la justicia de uno debe ir de la mano con la fe de uno, y la creencia de uno en las palabras de Dios sería contada como justicia por Dios.

La ira y la venganza

Además, el autor también señaló “la ira y la venganza” como uno de los temas del libro. En la primera sección del libro, el autor narró la historia de Caín quien estaba enojado con su hermano Abel, debido a que el Señor miró con agrado la ofrenda de Abel (4:4). La ira ardiente de Caín hizo que pecara y matara a su hermano para vengarse de la ofrenda rechazada (4:6-8). Además, el autor contó la historia de los hijos de Jacob que “se entristecieron y se enojaron mucho” con Siquem por violar a su hermana Dina (34:2-7). Los hijos de Jacob, al ser dominados por su ira, hablaron “con palabras engañosas” y “fueron contra la ciudad, que estaba desprevenida, y mataron a todo varón” de la ciudad de Siquem (34:13-25). A través de la narración histórica, el autor expuso los ejemplos de las personas que fueron dominadas por su ira y se vengaron y actuaron con maldad bajo su ira ardiente.

El odio y el perdón

El tema del “odio y el perdón” se puede encontrar a lo largo del libro. El autor relató cómo Esaú aborreció a Jacob “por la bendición con que su padre lo había bendecido” (27:41). Pero muchos años después, en lugar de cumplir su intención de matar a Jacob como lo había planeado (27:41), Esaú abrazó a Jacob, “echándose sobre su cuello, lo abrazó y besó; los dos lloraron” (33:4). Aparte del odio de Esaú, el autor también mencionó el odio de los hermanos de José hacia José (37:4, 8) que causó la venta de José a Egipto (37:36). Pero cuando se volvieron a encontrar años después, José consoló a los hermanos por la culpa que habían cometido (45:5-7) y estaba dispuesto a perdonarles por el mal que le habían causado (50:17-21). El autor no solo retrató el odio y el celo como parte de la naturaleza pecaminosa de la humanidad, sino que también describió el perdón como fuerza de la naturaleza piadosa de la humanidad a lo largo de la narración del libro de Génesis.

El pacto de Dios

Además, el autor enfatizó el concepto de “pacto” de Dios a lo largo del libro. Después del juicio de Dios sobre la maldad de la humanidad a través del gran diluvio, el Señor estableció el pacto del arco iris con Noé, con los descendientes después de él y “con todo ser viviente”, que “no [volvería] a exterminar a todos los seres vivos con aguas de diluvio” (9:9-13). Más tarde, el autor mencionó otro pacto de Dios en la sección central del libro. El Señor hizo un pacto con Abram, prometiéndole a él y a su descendencia la tierra de Canaán, la tierra prometida (15:18) “en heredad perpetua” (17:8), y prometiéndole ser “padre de muchedumbre de gentes” (17:2-8). A lo largo del libro, el pacto mencionado y su promesa se transmitieron de generación en generación: de Abraham a Isaac (24:7), de Isaac a Jacob, de Jacob a José (48:3-4), y de José a los hijos de Israel (50:24-25), e incluso a las generaciones del libro de Éxodo a Deuteronomio.

Las bendiciones de Dios

A lo largo del libro, desde el principio hasta el final de todas las secciones, el tema de la “bendición de Dios” para su pueblo fue dominante. En la primera parte de la creación de Dios, el Señor no sólo bendijo a las criaturas de la tierra, sino que también bendijo a la humanidad, tanto a hombres como a mujeres (1:22, 28). Después del gran diluvio, el Señor bendijo a Noé y a sus hijos para que fueran “fructíferos” (9:1), similar a la bendición a Adán y Eva. Cuando Dios llamó a Abram, lo bendijo (12:2) y más tarde también enfatizó que “en la simiente [de Abraham] [serían] benditas todas las naciones de la tierra” debido a su obediencia a las palabras de Dios (22:17-18). Además, el autor del libro subrayó que después de la muerte de Abraham, “Dios bendijo a Isaac, su hijo” (25:11, 26:3, 24). Más tarde, Isaac pasó la bendición de Dios a su hijo Jacob, dándole “la bendición de Abraham” a él y a su descendencia con él (28:1-4). En el camino de su vida, Dios no sólo bendijo a Jacob (32:26-29, 35:9) sino que también bendijo a Lea, su esposa (30:13), y a Labán, su suegro (30:27). Hacia el final de la última sección del libro, la bendición de Dios también se derramó sobre las personas que rodeaban a su elegido. El autor enfatizó cómo Potifar y su casa fueron bendecidos por el Señor “a causa de José” (39:5). Al final de la sección, el autor continuó describiendo cómo Jacob pasó la bendición de Dios a sus doce hijos, “a cada uno le dio su bendición” (49:28). En el libro, vemos cómo el Señor había bendecido desde el comienzo de la creación hasta el período de los antepasados; y su bendición pasaría a las próximas generaciones de su pueblo en el libro de Éxodo.

Relevancia moderna

La narrativa histórica sobre el relato de la creación en el libro de Génesis nos sirve a los cristianos de hoy en día como una lección. El énfasis de que el hombre fue creado a la imagen de Dios, conforme a la semejanza de Dios (1:26-27), se nos recuerda que como seguidores de Cristo debemos dirigir nuestras palabras, nuestros pensamientos y nuestra conducta a su semejanza y despojarnos de las obras pecaminosas de la carne (Col 3:5-9; Ef 4:25-32).

A lo largo del libro, el autor describió varios ejemplos de la naturaleza pecaminosa del hombre: desde la ira de Caín que condujo al asesinato de Abel (4:6-8), la mala intención de los pensamientos del corazón de la humanidad (6:5), el egoísmo de Lot que “escogió para sí toda la llanura del Jordán” (13:11), la decisión de Abraham de seguir su propio camino para obtener un heredero en lugar de seguir el camino de Dios (16:1-6), el engaño de Jacob para obtener la bendición de Isaac (27:35), la ira de los hijos de Jacob que llevó al asesinato de todos los varones de los siquemitas (34:25) al odio de los hermanos de José que los llevó a vender a su hermano y mentir a su padre (37:4, 8, 27, 31-32). Todos estos ejemplos nos recuerdan que si satisfacemos los deseos de la carne, caeremos en las obras de la carne descritas por el apóstol Pablo en su carta, tales como: “enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, divisiones… envidias, homicidios ” (Gl 5:19-21). Y el apóstol Pablo advirtió a los gálatas que los que continuamente “practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gl 5:21).

Por lo tanto, los ejemplos anteriores nos enseñan que la iniquidad y el mal eventualmente serán juzgados por el Señor. El autor del libro de Génesis destacó el ejemplo de Sodoma y Gomorra, dos ciudades que fueron asoladas por azufre y fuego de parte de Dios a causa de su pecado (19:1-29)(Lc 17:29). De manera similar, el evento de la destrucción de Sodoma y Gomorra que había sufrido “el castigo del fuego eterno” (Jud 1:7) servirá como “ejemplo a los que habían de vivir impíamente” (2 Pe 2:6).

Además de la iniquidad y las malas intenciones de la humanidad, el autor también describió la naturaleza piadosa de la humanidad a lo largo del libro. Los ejemplos son los siguientes: el justo y perfecto Noé entre las generaciones violentas y corruptas (6:9-12), la obediencia de Abram al seguir las palabras de Dios (12:1-4), la fe de Abram al creer en la promesa de Dios (15:1-6), la paciencia y mansedumbre de Isaac al enfrentar la pelea de los pastores de Gerar (26:19-22), y el amor y perdón de José hacia sus hermanos que habían hecho cosas malas y pecaminosas contra él (50:17-21). Estos ejemplos nos enseñan a buscar virtudes piadosas como “la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre” (1 Ti 6:11) para el beneficio de nuestro camino de la fe, echando mano “de la vida eterna” (1 Ti 6:12).

Además, el autor del libro narró diferentes ejemplos entre los linajes de la humanidad que continuaron invocando el nombre del Señor y los que decidieron seguir su propia ambición y deseo. El autor comparó diferentes ejemplos, tales como: La familia de Caín (4:16-24) versus los descendientes de Set (4:25-5:32), la elección de Lot (13:10-13) versus la elección de Abram (13:14-17), el hijo de la carne, Ismael (16:1-5, 25:12-18) versus el hijo prometido, Isaac (21:1-7, 9-10, 25:19-28), y el despreciador del derecho de primogenitura, Esaú (25:30-34) versus el perseguidor del derecho de primogenitura, Jacob (27:24-29, 36). Estos contrastes sirven como una lección para nosotros acerca de nuestra fidelidad hacia Dios. Si elegimos perseguir nuestra propia ambición y satisfacer nuestro deseo pecaminoso, nos alejará de Dios y nos llevará a la muerte (Ro 6:20-21). De lo contrario, si invocamos el nombre del Señor y seguimos fielmente sus mandamientos, nos llevará a la “vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Ro 6:22-23).

Por último, el autor del libro narró cómo el Señor mismo estableció su pacto con aquellos que le eran fieles. A lo largo del libro, el autor explica cómo Dios transmitió su pacto perpetuo: la tierra prometida (15:18) “en heredad perpetua” (17:8), de generación en generación, de Abraham a Isaac (24:7), de Isaac a Jacob, de Jacob a José (48:3-4) y de José a los hijos de Israel (50:24-25), incluso a las generaciones del libro de Éxodo a Deuteronomio. Hoy, el pacto de Dios continúa vigente a las personas que invocan el nombre del Señor. Mientras que la tierra prometida se refiere ahora a la ciudad “cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Heb 11:9-10), los descendientes de Abraham se refieren a la simiente de Abraham, los hijos de Dios que alcanzaron la justicia por la fe en Cristo Jesús (Ro 9:6-8, 30). Por lo tanto, el mensaje central del libro de Génesis nos ha sido transmitido. Así como los antepasados ​​en el libro de Génesis se habían aferrado fielmente a la promesa de una posesión eterna: la ciudad de Dios; nosotros, como simiente de Abraham por la fe en Cristo Jesús, debemos aferrarnos fielmente a la promesa de la ciudad de Dios, la nueva Jerusalén (Ap 3:12).