Autor

Pablo (2 Co 1:1)

Destinatario

La iglesia en Corinto (2 Co 1:1, 6:11)

Fecha

56 d.C.

Propósito

Antes de escribir esta epístola, Pablo visitó Corinto (su segunda visita, cf. 2 Co 12:14, 13:1). Pero las palabras de Pablo en 2 Co 2:1 sugieren que su visita anterior fue dolorosa, posiblemente porque algunos de los creyentes de Corinto desafiaron su autoridad. Posteriormente, Pablo escribió una carta, probablemente severa, que podría haber causado mucha tristeza a los Corintios (2 Co 2:3, 7:8-12). Pero con la noticia alentadora que trajo Tito desde Corinto (2 Co 7:6-7), Pablo fue consolado grandemente.

Ahora Pablo decide escribir la presente epístola, conocida como la Segunda Carta a los Corintios, en preparación de su tercera visita a Corinto. En esta epístola, Pablo comparte muchos pensamientos y experiencias personales acerca de su ministerio dado por Dios, convence a los Corintios de su amor genuino por ellos, les recuerda su compromiso de apoyar a los creyentes en Jerusalén, defiende su apostolado y advierte a los pecadores del castigo que traería en su próxima visita.

Características únicas

Los escritos de Pablo en la Segunda Carta a los Corintios son intensamente personales y revelan sus alegrías, preocupaciones, tristezas y consuelos más profundos. Él se preocupa profundamente por los Corintios y les pide repetidamente que abran sus corazones a él y a su ministerio (vea 2 Co 6:11-13). Especialmente en los primeros siete capítulos, Pablo cambia libremente de un pensamiento a otro mientras expresa sus fuertes emociones. Por tanto, esta porción de la epístola no está tan estructurada por temas como muchas de las otras epístolas de Pablo.

Versículo central

“No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús”. (2 Co 4:5)

Visión panorámica

Excluyendo la apertura y el cierre, podemos dividir la epístola en tres secciones principales. En la primera gran sección, Pablo expresa sus convicciones y experiencias en el ministerio. También habla constantemente del consuelo y la gracia de Dios que sustentan su ministerio. La sección del medio es un recordatorio para los Corintios de cumplir su promesa de ayudar a los creyentes necesitados. En la sección final, Pablo defiende vigorosamente su ministerio como apóstol contra aquellos que lo menosprecian y lo desafían. A continuación es un simple bosquejo de la epístola:

  1. Apertura (1:1-2)
  2. El consuelo de Dios y el ministerio de Pablo (1:3-7:16)
  3. La colecta para los creyentes en Macedonia (8:1-9:18)
  4. La autoridad de Pablo como apóstol (10:1-13:10)
  5. Clausura (13:11-14)

Temas

Sufrimiento

Pablo habla de sus sufrimientos y aflicciones en esta carta más que en cualquiera de sus otras cartas. Quiere que los Corintios conozcan las aflicciones que experimentó en Asia, en las que fue agobiado más allá de sus fuerzas, hasta el punto de perder la esperanza de salir con vida. Esa experiencia le enseñó a no confiar en sí mismo sino en Dios (1:8-10).

Luego habla de otro tipo de sufrimiento: su anterior visita dolorosa a los Corintios. Ha decidido retrasar su visita, reemplazándola con una dolorosa carta, que la escribió con muchas aflicciones, angustias de corazón y lágrimas. Lo hizo para no volver a sufrir dolor de parte de aquellos que deberían haberlo alegrado (2:1-4).

El ministerio de Pablo está marcado por aflicciones, que incluyen azotes, cárceles, tumultos, trabajos, desvelos, ayunos, calumnias, falsas acusaciones y tristeza (6:4-10). En su defensa contra sus oponentes, Pablo se ve obligado a gloriarse en los muchos sufrimientos que ha soportado por el ministerio (11:23-29). Pero todas estas tribulaciones y penalidades solo sirven para manifestar el gran poder de Dios en él. Está atribulado en todo, pero no angustiado; en apuro, pero no desesperado; perseguido, pero no desamparado; derribado, pero no destruido; llevando siempre en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en su cuerpo (4:1-12).

Él exhorta a los creyentes que esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria que supera toda comparación (4:17). Además, Pablo ha aprendido que los sufrimientos en su ministerio tienen un buen propósito. El aguijón en su carne le fue dado para que no se enaltezca (12:7). Su debilidad es, de hecho, una oportunidad para que el poder de Cristo repose sobre él. Por lo cual, por amor a Cristo, se goza en las debilidades, en insultos, en necesidades, en persecuciones y en angustias (12:9-10).

Consuelo

Los sufrimientos no derrotan a los creyentes ni a los ministros del evangelio por el consuelo que recibimos en nuestros sufrimientos. Pablo llama a Dios el Dios de toda consolación, que nos consuela en todas nuestras tribulaciones (1:3-4). Así como abundan en Pablo las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo el consuelo (1:5). Confía en que así como abundan las mismas aflicciones en los creyentes, así también abundará su consuelo (1:6).

El consuelo de Dios puede canalizarse a través de los creyentes. Dios, que consuela a los abatidos, consoló a Pablo con el consuelo de Tito y con el consuelo con que fue consolado por los creyentes de Corinto. La noticia que trajo Tito, de que los creyentes de Corinto se preocupaban por Pablo, fue de gran consuelo para Pablo, y lo consideró un consuelo de Dios. Como consecuencia, está lleno de consuelo y en toda su aflicción rebosa de alegría (7:4-8, 13).

Los que hemos recibido el consuelo de Dios debemos consolar a los que sufren. Pablo escribe que Dios nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio del consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios (1:3-4). Con la misma mentalidad debemos también consolar a aquellos que se han vuelto de sus malas acciones. Por tanto, Pablo apela a los Corintios a perdonar y consolar al ofensor en la iglesia que ha recibido la reprensión hecha por muchos, para que no sea consumido por demasiada tristeza (2:5-11).

Ministerio

Una razón que hace que esta carta sea profundamente personal es la revelación de Pablo de sus convicciones acerca de su ministerio, así como de sus alegrías y luchas como ministro del evangelio. Les dice a sus lectores que son una carta de Cristo expedida por los ministros del evangelio (3:1-3). [ref] Dios les capacitó a Pablo y a sus colaboradores para ser ministros de un nuevo pacto. Este ministerio no es de la letra, sino del Espíritu. Es más glorioso que el ministerio de Moisés. Mientras que el antiguo ministerio es de muerte y llega a su fin, el nuevo ministerio da vida y es permanente (3:4-18).

El ministerio del evangelio de Cristo conlleva gran poder. Difunde el olor del conocimiento de Cristo en todo lugar. A los que se pierden, les trae olor de muerte, pero a los que se salvan, les trae olor de vida (2:14-17). Dios ha resplandecido en los corazones de los ministros, para dar la luz del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo (4:6). Como tesoro en vasos de barro, Dios manifiesta la excelencia de su poder a través de la fragilidad de los ministros. Aun cuando los ministros siempre están entregados a muerte por causa de Jesús, la vida de Jesús se manifiesta en su carne mortal (4:7-12).

Pablo y sus colaboradores, teniendo este ministerio según la misericordia de Dios, no se desmayan. Aunque los que se pierden no pueden ver la luz del evangelio, los ministros del evangelio manifiestan la verdad fielmente y se recomiendan a toda conciencia humana delante de Dios (4:1-6). Por lo tanto, Pablo recuerda a sus lectores que aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día, porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria (4:16-18).

El ministerio que Dios le ha confiado a Pablo es un ministerio de reconciliación. Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y encargó a los ministros la palabra de la reconciliación. Como embajadores de Cristo, Pablo ruega en nombre de Cristo para que se reconcilien con Dios (5:17-21). El mensaje de la muerte expiatoria de Cristo es en sí la motivación detrás del ministerio de Pablo. Por el amor de Cristo que lo constriñe, Pablo ya no vive para sí mismo, sino para aquel que murió y resucitó por nosotros (5:13-15).

Pablo también escribe sobre otro tipo de ministerio: el ministerio de los santos. [ref]  Los hermanos en el extranjero se han comprometido a enviar ayuda a la iglesia de Jerusalén. Las iglesias de Macedonia han dado un excelente ejemplo en este ministerio. En su aflicción, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza han desbordado en riquezas de generosidad de su parte. Ellos dieron más allá de sus fuerzas y rogaron fervientemente a los ministros que les concedieran el privilegio de participar en este servicio para los santos (8:1-5). Para completar la colección, Pablo ha enviado a Tito y a dos hermanos con él a Corinto. Estos son hombres de buena reputación e integridad que administrarán este acto de gracia con Pablo (8:16-24). Pablo les pide a los creyentes de Corinto que trabajen con estos hombres y estén listos con el ministerio para los santos como lo han prometido. Les recuerda la abundante gracia que Dios concederá a los que alegremente dan. Su generosidad no solo aumentará los frutos de su justicia, sino que su ministerio también abundará en muchas acciones de gracias a Dios (9:6-15).

Amor por los creyentes

En su carta, es evidente el profundo amor que tiene Pablo por los creyentes de Corinto. Aunque el cambio de planes de Pablo puede haber sido malinterpretado como falta de fiabilidad, la intención de Pablo es evitarles otro encuentro doloroso. Se supone que los creyentes deben alegrar a Pablo, pero en vez de eso le causaron dolor. Después de escribirles una carta dolorosa, Pablo se preocupa de haberles causado dolor debido a la severidad de la carta. Entonces explica que fue por mucha aflicción y angustia de corazón y con muchas lágrimas que los escribió. Él escribió la carta no para causarles dolor, sino para hacerles saber el amor abundante que tiene por ellos (1:23-2:4).

Pablo no necesita carta de recomendación de nadie para autenticar su ministerio, porque los creyentes mismos son su carta de recomendación, escrita en su corazón (3:1-2). Como frágiles vasos de barro, Pablo siempre está entregado a muerte por causa de Jesús. Pero mientras que la muerte actúa en el ministro del evangelio, la vida actúa en los creyentes (4:10-12). Pablo, constreñido por el amor de Cristo, ya no vive para sí mismo, sino para Cristo. Su único objetivo en el ministerio es ser fiel a Dios y servir a los creyentes. Por eso escribe: “Si estamos locos, es para Dios; y si somos cuerdos, es para vosotros” (5:13-15). Pablo es completamente abierto con los creyentes y les pide que a cambio le hagan lugar en sus corazones. Los creyentes están en su corazón, para morir y para vivir juntos. Al escuchar el arrepentimiento de los Corintios, Pablo se regocijó mucho porque había estado profundamente preocupado por el efecto de su carta anterior sobre ellos (7:1-16).

Mientras Pablo defiende su ministerio, notamos nuevamente su amor por los creyentes. Advierte a los Corintios que cuando él venga está listo para castigar toda desobediencia. Sin embargo, preocupado de que sus palabras puedan ser demasiado duras, inmediatamente les asegura a sus lectores que no quiere parecer que los está asustando con sus cartas (10:1-9). El amor de Pablo por los creyentes le provoca un celo divino por ellos al ver cómo están en peligro de extraviarse de su sincera fidelidad a Cristo (11:1-4). Los protege enérgicamente contra la amenaza de los falsos apóstoles, jactándose y haciéndose pasar por loco. Desea que los Corintios lo acepten después de todo lo que ha sacrificado por ellos. Recibe apoyo de otras iglesias, pero elige no ser carga a ninguno de los Corintios. Esta elección se debió a su amor por ellos (11:9-10). Como un padre que cuida a sus hijos, les dice que con el mayor placer él gastará lo suyo e incluso se gastará del todo por amor de sus almas. Él les pregunta: “Si los amo más, ¿debo ser amado menos?” Quiere que entiendan que la única razón por la que defiende fervientemente su apostolado es para su edificación (12:13-19). Independientemente de cómo juzguen a Pablo, es su sincera esperanza que los creyentes hagan lo correcto y obedezcan la verdad (13:5-10).

Recomendación y orgullo

La autoridad apostólica de Pablo ha sido cuestionada en la iglesia de Corinto. Agravada por las alegaciones de los oponentes de Pablo, la tensión entre Pablo y los Corintios es palpable en los escritos de Pablo. Pablo está en posición de defender repetidamente su apostolado mientras explica que no se está recomendando a sí mismo.

Pablo escribe que su orgullo es que se comporta con sencillez y sinceridad de Dios. Espera que los Corintios entiendan plenamente que no tiene ningún motivo oculto al escribirlos y que se jactarán de Pablo en el día del Señor Jesús como Pablo se jactará de ellos (1:12-13).

Siendo un verdadero ministro del evangelio, Pablo no es un vendedor ambulante de la palabra de Dios, sino que habla en Cristo con sinceridad y como comisionado por Dios (2:14-17). Para que sus lectores no piensen que se está recomendando a sí mismo, Pablo les dice a los Corintios que no necesita cartas de recomendación como algunos las necesitan. Los mismos creyentes son la carta de recomendación de los ministros. Son una carta de Cristo, ministrada por los siervos de Dios, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo (3:1-3). El poder transformador de Dios en los creyentes es en sí mismo el mejor testimonio del ministerio de Pablo. Como tal, Pablo se niega a andar con astucia o a adulterar la palabra de Dios, sino que por el contrario, al manifestar abiertamente la verdad, se recomienda a sí mismo delante de Dios, a toda conciencia humana (4:2).

Pablo exhorta a los creyentes a agradar al Señor. Les dice que todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para dar cuenta de lo que hemos hecho (5:6-10). No solo que Pablo es plenamente responsable ante Dios, sino que también espera que la conciencia de los creyentes lo conozca (5:11). Les dice a sus lectores que no se recomienda a sí mismo otra vez, sino que les da motivos para gloriarse por los ministros y responder a los que se glorían en las apariencias y no en el corazón (5:12).

Pablo menciona cómo se glorió por los Corintios en algunas ocasiones. Mucho se gloría [ref]  con respecto de los Corintios (7:4). Porque los Corintios han mostrado [ref]  su inocencia por su tristeza como resultado de la carta anterior de Pablo (7:8-11). Pablo no se avergonzó porque resultó verdad el haber gloriado con Tito acerca de los Corintios (7:13-14). En cuanto a la obra caritativa de ayudar a la iglesia de Jerusalén, Pablo se glorió entre los de Macedonia de la buena voluntad y generosidad de los Corintios (9:2). Para asegurarse de que los Corintios están realmente listos cuando los creyentes de Macedonia vengan con Pablo, Pablo envía a Tito y a dos hermanos por delante para hacer los preparativos para la colecta. Pablo les pide a los Corintios que den prueba de su orgullo respecto de ellos y que no dejen que su orgullo sea vano (8:24, 9:3).

Pablo hace todo lo posible para hablar del orgullo en la sección final de la epístola. Pablo debería haber sido alabado por los Corintios por todo lo que ha hecho entre ellos, pero debido a su desconfianza, Pablo se ve obligado a gloriarse como un necio (12:11-13). Al ser cuestionado su autoridad, Pablo dice que no se avergonzará si se gloría algo más todavía de su autoridad (10:8). A diferencia de aquellos que se alaban a sí mismos, Pablo no se gloría desmedidamente en trabajos ajenos (10:12-16). En cambio, busca la aprobación del Señor y se gloría solo en el Señor (10:17-18). Pablo expone la identidad de sus oponentes como obreros fraudulentos y ministros de Satanás. Para socavar la afirmación de sus oponentes con motivos egoístas, se gloría del hecho de que ha predicado el evangelio entre los Corintios de forma gratuita (11:7-12). Pablo les pide a los Corintios que lo toleren como un necio que se gloría (11:16-18). De ninguna manera es inferior a los superapóstoles. En términos de ser un siervo de Cristo, ha trabajado y sufrido mucho más que sus oponentes (11:21-29).

Sin embargo, Pablo nos toma por sorpresa en su extensa retórica sobre el orgullo. Aunque dice que puesto que muchos se glorían según la carne, él también se gloriará, su orgullo es de hecho muy diferente. En lugar de gloriarse de sus fuerzas, elige gloriarse de sus debilidades (11:30). Incluso cuando describe su más extraordinaria experiencia celestial, Pablo se abstiene deliberadamente de gloriarse de sus propios logros. De lo contrario, menciona sobre el aguijón en su carne que le ha sido dado para no enaltecerse. A pesar de que había rogado al Señor para que le quitara la espina, se le aseguró que la gracia del Señor era suficiente para él. En consecuencia, ha aprendido a contentarse con sus debilidades y a gloriarse de ellas para que el poder de Cristo descanse sobre él (12:1-10).

Debilidad y poder

La defensa de Pablo de su ministerio apostólico revela mucho de sus puntos de vista sobre las debilidades de los ministros del evangelio y el gran poder de Dios a través del evangelio. Al comienzo de la carta, Pablo recuerda la tribulación que les sobrevino en Asia, en la que él y sus colaboradores fueron abrumados en gran manera más allá de sus fuerzas, que aun perdieron la esperanza de conservar la vida. Pero Pablo se dio cuenta de que la experiencia cercana a la muerte era para que dependieran no de sí mismos, sino de Dios que resucita a los muertos. De hecho, el consuelo que recibe de Dios en su aflicción le permite consolar a otros con el mismo consuelo (1:3-11).

El evangelio del cual Pablo es ministro, manifiesta el gran poder de Dios. Cristo lleva siempre a sus ministros en triunfo para manifestar en todo lugar el olor de su conocimiento. Para los que se pierden, el evangelio les da olor de muerte, pero para los que se salvan les da olor de vida. Ese poder latente que lleva en el evangelio va más allá de la acción de meros seres humanos (2:14-16).

A diferencia del antiguo pacto, que era un ministerio de muerte y tenía una gloria que perece, el evangelio de Cristo da vida por medio del Espíritu (3:1-11). Pablo escribe: “No que estemos capacitados para hacer algo por nosotros mismos; al contrario, nuestra capacidad proviene de Dios, el cual asimismo nos capacitó para ser ministros de un nuevo pacto” (3:5-6). Este nuevo pacto tiene una gloria insuperable y permanente, y todo aquel que se vuelve al Señor es transformado de gloria en gloria. Así que, teniendo tal esperanza gloriosa, los ministros del nuevo pacto actuamos con mucha franqueza (3:12-4:6).

Como ministros del evangelio, somos como vasos de barro que tienen un tesoro. La aparente incompatibilidad del tesoro con los vasos de barro es para mostrar que la excelencia del poder pertenece a Dios y no a nosotros. Ninguna aflicción o persecución puede vencernos porque la vida de Jesús se manifiesta en nuestra carne mortal (4:7-11). Podemos hablar con confianza, sabiendo que esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria (4:13-18).

El poder en la debilidad se ve también en la obra de caridad que Pablo insta a los Corintios a realizar. Los creyentes de Macedonia sirven como testimonio vivo de la abundante gracia de Dios en la incapacidad del hombre. Han dado más allá de sus fuerzas en la ofrenda de ayuda para los santos necesitados. En su prueba de grandes tribulaciones, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza han abundado en riquezas de su generosidad (8:1-4). Pablo les recuerda a los Corintios y a nosotros que el que siembra generosamente, generosamente también segará. Poderoso es Dios para hacer que abunde en nosotros toda gracia, a fin de que teniendo siempre en todas las cosas todo lo necesario, abundemos para toda buena obra. A través de nuestra generosidad, Dios puede enriquecernos en todo sentido para que seamos aún más generosos, y como resultado también vendrán muchas acciones de gracias (9:6-15).

Entre las acusaciones que se hicieron contra Pablo estaba la sugerencia de que él era débil cuando estaba entre los Corintios (10:10). Para contrarrestar esta acusación, Pablo quiere que los Corintios sepan que él y los demás ministros del evangelio llevan poder divino en su batalla espiritual y pueden ejercer su autoridad para castigar toda desobediencia (10:1-6). Pero cuando Pablo intenta responder a los que se glorían según la carne, decide no hacer lo mismo. Es por eso que su orgullo se convierte en un orgullo de sus debilidades, en lugar de sus fuerzas. Pablo muestra sus debilidades a través del recuerdo vívido de las dificultades que soportó durante el ministerio, especialmente de su estrecho escape en Damasco (11:23-33). Las visiones y revelaciones a las que se refirió, también resultan ser un orgullo de sus debilidades, a través de las cuales Cristo manifiesta su poder (12:1-10).

En conclusión, Pablo dice que aunque Cristo fue crucificado en debilidad, vive por el poder de Dios. Y también Pablo es débil en Cristo, pero vivirá con Cristo por el poder de Dios para con los creyentes (13:3-4). Para Pablo, lo más importante es que los creyentes hagan lo correcto y anden conforme a la verdad. Pablo goza de que sea percibido como débil mientras que los creyentes sean fuertes en el Señor (13:5-10).

Relevancia moderna

Aunque es posible que no estemos en la misma situación que Pablo y la iglesia de Corinto, gran parte de la carta de Pablo a los Corintios se aplica hoy directamente a nuestro caminar cristiano y nuestro ministerio. El consuelo de Dios en nuestras aflicciones, el inconmensurable poder de Cristo a través de nuestra debilidad y la confianza que tenemos por la gracia de Dios son tan reales para nosotros como lo fueron para Pablo y sus colaboradores. Estas verdades pueden ayudarnos inmensamente, especialmente cuando nos encontramos con dificultades y nos sentimos indefensos.

Las palabras de Pablo a los Corintios acerca de la ofrenda son definitivamente relevantes para los creyentes de hoy. Sabemos que Él da abundantemente al dador alegre, y ésta es una promesa de Dios hacia nosotros. Nuestra generosidad puede dar frutos de justicia y hacernos aún más generosos. La forma en que Pablo administra cuidadosamente la colecta para asegurar la responsabilidad financiera es también un importante recordatorio para la iglesia de hoy de administrar las ofrendas de los creyentes con la mayor integridad.

Finalmente, tenemos mucho que aprender de Pablo a través de sus escritos. Nosotros, como ministros del evangelio, podemos imitar la total dedicación de Pablo a su llamado y su determinación de ser fiel a Dios. Su convicción del poder de Dios en el ministerio y su dependencia de Dios en todas sus debilidades son modelos para nosotros. Su amor desinteresado por los Corintios es evidente en su elección de no ser carga a ninguno de ellos, en su preocupación por la reacción de ellos en respuesta a su severa carta, en su esperanza de que caminen en la verdad, y en su celo divino por ellos hasta el punto de gloriarse como un necio. Hoy, sería de gran bendición para la iglesia si tuviéramos más ministros que aman al rebaño de Dios tanto como Pablo amaba a los creyentes.